El último reporte del INEGI sobre la actividad industrial en México revela un dato que, aunque técnico, debería preocuparnos a todos: en marzo de 2025, la producción industrial cayó 0.9 % en términos mensuales y 1.3 % en comparación con el año anterior. Es la confirmación de una tendencia que ya venía gestándose, pero que ahora se hace presente: el aparato industrial mexicano está frenando. Y el epicentro de esa desaceleración toca, de forma muy particular, a los estados que durante años fueron estandarte del dinamismo manufacturero nacional, como Querétaro.

México no solo enfrenta una coyuntura interna de bajo gasto público e inversión en infraestructura (que cayó 12.3 % en el primer trimestre de este año), sino también un entorno externo cada vez más adverso. Las tensiones comerciales con Estados Unidos, agudizadas desde marzo con la entrada en vigor de nuevos aranceles a productos clave como el acero, el aluminio y, de forma especialmente preocupante, los automóviles y autopartes, están afectando la columna vertebral de nuestra industria.

No es un secreto que la economía mexicana depende estrechamente de su vínculo con Estados Unidos. Lo que quizá no se discute lo suficiente es que buena parte de esa interdependencia se concentra en regiones específicas del país. Querétaro, por ejemplo, se ha consolidado como un nodo estratégico para las cadenas de suministro automotriz, aeroespacial y de manufactura avanzada.

Aunque los datos del INEGI muestran crecimientos industriales importantes en algunos estados como Hidalgo, Baja California Sur, Oaxaca, Ciudad de México, solo 11 de 32 entidades federativas reportaron crecimiento anual. El dato es revelador: la actividad industrial mexicana no solo está desacelerándose, sino que lo hace de forma desigual y fragmentada.

Querétaro no aparece entre los estados con los mayores crecimientos, ni tampoco entre los que presentan las caídas más pronunciadas como Campeche (-23.2 %), Tabasco (-22.7 %) o Quintana Roo (-57.9 %). Pero la ausencia de Querétaro en la lista de avances es en sí misma una alerta. Durante más de una década, este estado fue ejemplo de atracción de inversión extranjera directa, vinculación académica-empresarial y sofisticación industrial. Si hoy no lidera los indicadores, es porque los vientos globales han cambiado y no estamos reaccionando con la velocidad necesaria.

La pregunta importante es qué tipo de industria queremos para el futuro. La desaceleración no es solo un bache coyuntural: es un espejo que nos muestra lo mucho que queda por construir para tener una base industrial robusta, flexible y soberana.

Querétaro tiene el talento, la infraestructura y el ecosistema para liderar una nueva etapa de desarrollo industrial basada en la innovación, el valor agregado y la integración regional inteligente. Pero eso requerirá una estrategia distinta: mayor inversión pública, políticas industriales activas, incentivos a la relocalización inteligente (nearshoring) y, sobre todo, una visión de país que vea a la industria no como un legado del pasado, sino como la plataforma para el futuro.

@RubenGaliciaB

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