Rubén Galicia

Lección democrática

La reciente elección presidencial de Chile dejó una enseñanza que va más allá de los resultados: la democracia se ejerce con respeto, orden y reconocimiento, incluso en las más extremas diferencias ideológicas. Con Gabriel Boric aceptando la victoria de José Antonio Kast, felicitándolo públicamente y reconociendo su respaldo ciudadano, los chilenos demostraron que transitar pacíficamente entre distintas opciones políticas es posible, e incluso saludable para cualquier democracia.

El 58.16% de los votos fueron para Kast, en una elección donde la ciudadanía expresó libremente su criterio. Los gobiernos deben aceptar con madurez las críticas de los ciudadanos a sus administraciones, señales de que algo no convenció y que la sociedad tiene derecho a elegir otro rumbo. Y aunque una elección puede no producir los “mejores” resultados, siempre será preferible una equivocación tomada en libertad y corregir en la siguiente elección, al costo que genera a largo plazo un país dividido, polarizado, donde todo se reduce a “buenos” y “malos”, y donde los políticos son intolerantes frente a la crítica.

El sistema electoral chileno sin duda tiene mucho que ver, la segunda vuelta obliga a alcanzar legitimidad por mayoría absoluta, mientras que la estructura institucional obliga a la cohabitación entre las distintas fuerzas políticas: Kast gobernará con un Congreso plural, con representación de las distintas visiones, tal como sucedió con Boric. Esto significa negociación, diálogo y búsqueda de consensos, ingredientes esenciales para el funcionamiento sano de cualquier democracia.

En lamentable contraste, México ha visto una regresión democrática. La concentración del poder y la reducción de contrapesos han debilitado la alternancia política, y con ello, la calidad del debate y de la gestión pública. El espectáculo reciente en el Congreso de la Ciudad de México, con legisladoras atacándose físicamente, o los enfrentamientos en el Senado hace unos meses, son muestra de un nivel de confrontación muy lejano a lo que merece nuestro país.

Y si los argumentos no fueran suficientes, los datos económicos hablan por sí mismos: la alternancia en gobiernos suele estar asociada a mejores resultados de largo plazo. Entre 2018 y 2024, el PIB per cápita de Chile creció 32%, otro ejemplo lo tenemos en Argentina, la alternancia política contribuyó a rescatar indicadores económicos críticos después de años de crisis. Mantener un partido en el poder sin contrapesos limita la creatividad institucional y, con ello, la capacidad del país para mejorar.

La lección es clara: México necesita políticos de altura, capaces de respetar al adversario y al ciudadano, y ciudadanos que ejerzan sus derechos con conciencia y rigor. La alternancia, el respeto a los resultados y la capacidad de gobernar con un Congreso plural son garantías de estabilidad, crecimiento y confianza en el sistema.

Chile nos recordó que la democracia es un camino diplomático y pacífico, que vale la pena transitar con madurez. México, con urgencia, necesita aprender esta lección antes de que la polarización y la confrontación consuman los pocos espacios de diálogo que aún quedan.

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