El fin de semana pasado, Argentina vivió una elección de medio término que redefinió su mapa político y deja una importante reflexión para América Latina y especialmente para México: los votantes pueden premiar el cambio, incluso cuando el costo de ese ha sido alto. Javier Milei, el presidente libertario que llegó al poder con una motosierra simbólica y una promesa de refundación económica, consolidó su mandato. Liquidó al peronismo en las urnas y logró una mayoría legislativa que parecía improbable unos meses atrás.
Las consecuencias inmediatas fueron esperadas: el dólar se estabilizó, el riesgo país cayó y los mercados respondieron positivamente. Pero más allá de los números, el resultado es una tendencia política que vale la pena analizar: Argentina acaba de demostrar que, cuando un gobierno logra imponer narrativa y resultados tangibles, puede convertir una elección de desgaste en una ratificación popular.
México enfrentará un escenario parecido en 2027. Será el primer gran examen de media administración para Claudia Sheinbaum: se renovará el Congreso, más de una docena de gubernaturas, entre ellas Querétaro, y cientos de presidencias municipales.
Lo que Argentina nos enseña es que el centro de gravedad electoral se ha desplazado. La gente ya no vota por lo económico, lo hacen ahora con mucha mayor conciencia. Milei capitalizó el hartazgo con una política que, para muchos argentinos, se volvió endogámica y autorreferencial. Su triunfo no fue solo ideológico: fue emocional, una revancha de la sociedad contra el establishment político que durante décadas prometió estabilidad y terminó administrando decadencia.
En México, la narrativa es distinta, pero la tensión es parecida. El oficialismo llega al poder con una legitimidad arrolladora, pero el desgaste de gobernar y las tensiones internas han sido contante. Si Sheinbaum no logra renovar su pacto con la ciudadanía, el 2027 podría ser su primer gran punto de inflexión. De la misma manera, si la oposición no logra articular un discurso moderno, sin nostalgia ni ruido, perderá nuevamente la oportunidad de reconectarse con la gente.
Milei llegó a la Casa Rosada con una promesa de “hacer en dos años lo que otros no hicieron en ochenta”. Su discurso encontró eco porque los argentinos estaban dispuestos a asumir el costo del cambio si eso significaba romper con el inmovilismo. En México, la pregunta será si la ciudadanía seguirá apostando por la continuidad del proyecto transformador o si buscará un contrapeso que refresque la vida pública.
El proceso de 2027 será una prueba de madurez democrática. La mitad del sexenio de Claudia Sheinbaum coincidirá con la renovación de la Gobernatura de Querétaro, el reto será discutir el rumbo sin caer en trincheras ideológicas.
La lección final: las sociedades pueden tolerar la crisis, pero no la falta de rumbo. Y en política, como en economía, cuando un país no define su destino, alguien más lo hará por él.
@RubenGaliciaB

