Rubén Galicia

25N 2025

Somos la generación que puede romper la herencia machista que este país normalizó por décadas

Cada 25 de noviembre nos enfrentamos, de nuevo, a una verdad incómoda: el 25N es un día de duelo, memoria y exigencia; un recordatorio de que la violencia contra las mujeres en México no es una suma de casos aislados, sino una herida estructural que atraviesa generaciones.

Las cifras más recientes de la ENDIREH del INEGI lo demuestran: 70.1% de las mujeres de 15 años y más ha sufrido al menos un tipo de violencia a lo largo de su vida. 51.6 % violencia psicológica, 49.7 % violencia sexual, 34.7 % violencia física y 27.4 % violencia económica o patrimonial.

Ante este panorama, podría parecer que la principal tarea de los hombres es “no violentar”. Pero en un país donde tantas mujeres viven miedo cotidiano, ser simplemente un hombre “no violento” es una forma de comodidad disfrazada de virtud. Nos toca mucho más, sobre todo una generación que tiene otras posibilidades, otras herramientas, otros lenguajes, otras formas de entender la masculinidad, la emocionalidad y el cuidado.

Somos la generación que puede romper la herencia machista que este país normalizó por décadas. Y eso exige tomar responsabilidad. Lo inmediato: intervenir cuando un amigo, hermano o colega ejerce violencia, incluso la que parece pequeña; Lo que callamos, lo avalamos. Revisar nuestras conversaciones, chistes, vocabulario y prácticas laborales, porque ahí también se reproduce la violencia; Escuchar sin justificarnos, sin explicar, sin ponernos al centro; Redistribuir el cuidado: limpiar, cocinar, criar, acompañar. No se trata de “ayudar en casa”; es corresponsabilizarnos; Formarnos, porque nadie nace sabiendo desmontar el machismo.

n un país donde tantas mujeres viven con miedo, nuestra tarea es construir espacios donde puedan desarrollarse sin pedir permiso, sin disculparse, sin medir cada paso. Un México donde una mujer pueda simplemente ser.

En el marco del 25N, como hombres, no somos las víctimas ni los protagonistas. Pero sí somos una parte del problema. Y por eso tenemos la responsabilidad de ser parte de la solución.

Un buen punto de partida es el libro Hackea a tu macho, de Nicko Nogués. Este libro es una invitación a entender que: sí se puede ser hombre sin ser macho. Nogués plantea que la mayoría de los hombres fuimos educados en un machismo que nunca nos permitió preguntarnos quiénes queríamos ser realmente. Crecimos creyendo que ser hombre significaba no llorar, no dudar, no pedir ayuda, tener siempre la razón, competir siempre, dominar siempre. Una definición estrecha, violenta y profundamente solitaria.

El libro invita a ponernos en pausa y recordar que los comportamientos “tóxicos” no surgieron de la maldad individual, sino de un sistema cultural que moldeó nuestras ideas, afectos y silencios. Y que la tarea de transformarlo comienza reconociendo esas grietas internas que muchas veces evitamos mirar. Al final, la masculinidad no se hereda: se elige. Y hoy, más que nunca, está en juego qué tipo de hombres elegimos ser.

Mientras no hagamos nuestra parte, ningún presupuesto, ley o programa gubernamental será suficiente. Un país donde las mujeres viven con miedo no puede llamarse un país verdaderamente libre.

@RubenGaliciaB

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