Estimado lector, en nuestras últimas entregas he escrito acerca de la cuarta fiesta tecnológica en la que nos encontramos.
Como sabrás, transitamos del hardware de los ochentas al software de los noventas; de ahí a las redes sociales y ahora a las nuevas tecnologías, donde la Inteligencia Artificial (IA) “llegó para quedarse”.
En todo este trajín, y a una gran velocidad, siguen cambiando las formas de vida, de pensamiento y de convivencia de las personas en todo el planeta; siguen creándose startups, empresas y soluciones tecnológicas a un ritmo avasallante.
Lo cierto es que en México y en Querétaro no podemos conformarnos, una vez más, con celebrar los avances tecnológicos de otros países: con hacer filas para adquirir el iPhone 15 o los nuevos lentes de Apple (Vision Pro), con presumir la última versión del ChatGPT o incluso con ser de los primeros en probar Y3000, la nueva bebida de Coca Cola, creada con IA.
Tenemos que comenzar por cambiar nuestro sistema de pensamiento. Ser conscientes del potencial que tiene el talento mexicano, para llegar a esta fiesta no sólo como meros consumidores —espectadores pasivos—, sino como desarrolladores —protagonistas activos—.
Hace cuatro décadas, un mexicano extraordinario lo tuvo claro e hizo lo necesario para sentarse a la mesa, y a tiempo, con los gigantes que hoy lideran el desarrollo global. Su nombre podría no resultarte conocido; se llamaba Jorge Espinosa Mireles.
Como recordarás, durante los ochentas se dio el auge del mundo cibernético; la llegada de equipos computacionales representaba un hito insospechado. Y la posibilidad de contar en casa con un computador, IBM o Macintosh, era un privilegio reservado para muy pocos. A la par de esas marcas reconocidas, hubo un tercer competidor: Cado Systems Printaform.
Su fundador, Jorge Espinosa, impulsó el desarrollo de las computadoras Printaform, que tuvieron un éxito inmediato debido a su innovación, capacidades y bajo costo con relación a sus competidores; al grado de desarrollar algo nunca antes visto: la primera computadora portátil del mundo, la Printaform Columbia.
Jugadores como Bill Gates se acercaron al empresario mexicano en busca de alianzas estratégicas entre Printaform y Windows. Pocos años más tarde, Jorge Espinosa fue secuestrado —tal como lo lees— y fue liberado tras pagar una cifra desorbitante para la época, lo que terminó por sepultar el desarrollo de Printaform, su ánimo creativo, y con ello, su gran potencial. Este extraordinario mexicano, cuyo legado pocos conocen, murió en el año 2021.
La historia de Jorge Espinosa Mireles nos recuerda que el talento mexicano no tiene límites. Lo confirmamos todos los días en las aulas, en los laboratorios, en los centros de investigación y en las industrias. Lo vemos en las nuevas generaciones de mexicanas y mexicanos que nos rodean; en su asombrosa capacidad de adaptación.
Entonces, ¿qué nos está faltando? La respuesta me parece obvia: volver a creer en el talento mexicano para crear y llegar a tiempo a esta Fiesta 4.0.
El elemento más disruptivo para innovar, ya lo tenemos a nuestro alcance: la educación. Lo que sigue es atrevernos, emprender y hacer comunidad para avanzar en bloque hacia un destino más ancho y más próspero para todas y todos. ¡Hagámoslo!