México amaneció otra vez bloqueado. Carreteras detenidas, mercancías varadas, miles de personas atrapadas entre la frustración y la incertidumbre. Los bloqueos carreteros se han convertido en un símbolo involuntario de algo más profundo: un país donde los problemas reales crecen mientras la clase política, en muchos rincones, sigue concentrada en administrar fotografías.
Porque mientras el país se detiene, la política parece moverse en automático: eventos impecablemente controlados, escenarios pulidos, discursos calculados al milímetro y una narrativa que busca proyectar orden aun cuando las calles dicen lo contrario. Hay una brecha cada vez más evidente entre la realidad que viven los ciudadanos y la realidad que se construye para la cámara.
Los bloqueos carreteros no son sólo una molestia.
Son un mensaje.
Uno que grita que el país necesita capacidad, no coreografía; decisiones, no escenografía; liderazgo real, no influencers del poder.
Y en esa tensión aparece una imagen que ayuda a entender nuestra política contemporánea: un edificio.
Porque en política, como en arquitectura, existen dos tipos de “arquitectos”.
Los primeros construyen edificios con propósito y visión. Piensan en el cimiento, en la estructura, en la comunidad que va a habitarlo dentro de 10 o 20 años. No les preocupa la fotografía; les preocupa que el edificio permanezca, que sirva, que transforme.
Los segundos… se toman la foto abajo del edificio.
Lo usan como escenografía, como fondo para un mensaje ensayado, como prueba de que “algo” está pasando, aunque nada haya sido construido por ellos. Estos arquitectos no diseñan; posan. No planean; improvisan. No edifican; administran el reflejo.
Esa es la metáfora más peligrosa de nuestra vida pública actual.
Porque los bloqueos carreteros de hoy no se resuelven con un evento bien producido ni con una foto tomada al ángulo correcto. Se resuelven con liderazgo técnico, con visión de Estado, con diagnósticos serios y con una política que deje de fingir capacidad y empiece a ejercerla.
El país no necesita más escenarios donde todo parece controlado. Necesita instituciones que realmente controlen los problemas. Necesita perfiles que sepan construir, no sólo anunciar. Necesita proyectos que duren más que una publicación en redes.
México está detenido no sólo por los bloqueos físicos, sino por los bloqueos políticos que generan una visión corta del poder: la visión que cree que gobernar es aparecer en un evento; la visión que piensa que informar es posar; la visión que supone que el futuro se logra con una fotografía bien iluminada. Pero el edificio —el verdadero— siempre habla. Y la historia también.
En política, como en arquitectura, el tiempo termina revelando quién construyó…y quién sólo se tomó la foto frente a lo construido.