Estimado lector, así como seguir las redes de Cristiano Ronaldo, -dándole like o compartiendo lo que publica, logra o disfruta con sus seres queridos- no equivale a conocerlo; tampoco el hecho de manejar redes sociales como Instagram, Facebook, “X” o TikTok, equivale a entenderlas.
Traigo esto a colación, porque hace apenas unas semanas, el futbolista portugués Cristiano Ronaldo alcanzó los 600 millones de seguidores en Instagram, convirtiéndose en la persona “más seguida” en el mundo.
El astro portugués tiene, tan solo en esta red social, un alcance de casi el 10% de la población mundial; lo que lo convierte en una de las personas con mayor influencia en el mundo de internet. Ello no solamente nos permite dimensionar el poder de las redes sociales. También nos recuerda que vivimos en un mundo que vive de prisa; en el que ha cambiado abruptamente nuestra manera de comunicarnos y de relacionarnos; expresando pensamientos, emociones e ideas de maneras que antes eran impensables; trascendiendo barreras geográficas y culturales.
Dicho de otro modo, desde la llegada de los primeros teléfonos inteligentes hasta la expansión de las redes sociales y la adopción masiva de aplicaciones de mensajería instantánea, nuestras vidas han sido moldeadas tanto por los avances tecnológicos como por el sentido de inmediatez que conllevan.
Segundos para captar la atención de las audiencias; segundos para obtener su interés o desinterés, para sumar un seguidor o concretar una compra, antes de pasar a la siguiente publicación. Segundos para instalar hechos o “fake news”, crear tendencias, moldear compartimientos, modelar estilos de vida y modificar percepciones.
Asumamos todas las ventajas y ponderemos todos los riesgos, atenuando dicho sentido de inmediatez con nuestra capacidad reflexiva. Conozcamos tendencias globales, pero también seamos capaces de generar respuestas locales.
Hagámoslo, asumiendo nuestra propia realidad como país. Una, en la que somos consumidores, antes que desarrolladores de las nuevas tecnologías. Una realidad que no nos ubica lejos de los primeros lugares en cuanto a adopción del uso extendido de las redes sociales. Una cruda realidad que hoy plantea un vacío -una gran distancia- entre las realidades construidas por las nuevas tecnologías y la realidad “per se” más allá de las pantallas de nuestros teléfonos inteligentes.
En suma, estimado lector, mi consejo es que no nos angustiemos tanto por formar parte del club que alcanza miles o millones de seguidores.