El sociólogo francés Alain Touraine falleció recientemente. Mucho tuvo que ver en el pensamiento social y político latinoamericano. Su tesis central estriba en afirmar que en la era del capitalismo posindustrial, el fenómeno financiero es el depredador de las viejas instituciones sociales como la democracia, la escuela y la familia entre otras. Considera a la economía y la política, ámbitos no solo en crisis sino agotados muy a pesar de la firme tenacidad del capitalismo financiero de sostener su insaciable apetito de capital.

En esa dirección, el profesor Touraine destaca la necesidad del REGRESO DEL ACTOR, es decir aquel no guiado por el individualismo posesivo y ni siquiera confiado en la política ya reducida a la marrullería. El Actor de Touraine tiene la misión y responsabilidad de construir un “nuevo modelo de significación” a partir de una renovada ética; solo así es posible pensar en un nuevo modelo de sociedad. La pandemia recién padecida por la humanidad aceleró la descomposición de las antiguas instituciones mientras el sector financiero acrecentó su patrón de beneficio. El debate de ideas sobre el porvenir es insoslayable hoy día. Nuestro reconocimiento al destacado maestro.

Ahora bien, el tema en cuestión: las encuestas de MORENA para elegir al candidato a la presidencia de la república con el objeto de relevar a Andrés Manuel López Obrador (AMLO). En rigor, la encuesta es un instrumento científico creado para recolectar información a través de una entrevista aplicada cara a cara a un ciudadano de acuerdo a un problema social o político que requiere una respuesta.

En el contexto del neoliberalismo de los años 80, las encuestas entran al terreno de la popularidad, primordialmente en el campo del análisis político, deviniendo de la mercadotecnia. Este traslado ocasionó que consultorías de la mercadotecnia realizaran estudios de opinión política sin tener la formación para ellos. Vale decir no promediaba un marco teórico consecuente para el diseño de la misma encuesta. Este hecho dio lugar a errores científicos y obviamente a la corrupción en el uso de los datos.

Desde luego, para el caso de selección del candidato morenista a la presidencia de la república para el 2024,  la encuesta es una técnica valiosa y segura para obtener información objetiva y veraz, siempre y cuando se encuadre en el rigor del método científico.

Es decir, requiere del uso de categorías teóricas por excelencia, dimensiones, variables e indicadores. A partir de este proceso, es posible diseñar una cédula de entrevista, seleccionar una muestra y pasar de manera segura y ordenada a relizar el levantamiento para, posteriormente, procesar los datos hasta convertirlos en indicadores. Si las cuatro encuestas a realizar por empresas privadas y una más por la comisión de encuestas de MORENA se apegan al código de ética científica entonces no tiene porque dar lugar a dudas y conflictos en los resultados.

Desafortunadamente, hoy día, empresas dedicadas a realizar encuestas han caído en la trampa de hacerlas a modo. Lo hacen por dinero y, por lo tanto, este fenómeno ya no tiene nada que ver con la ciencia social o política. Alguna vez le escuché a un experto en encuestas afirmar de forma contundente lo siguiente: “evitar la confusión de los hechos con los no hechos, es decir, con expectativas o sentimientos”. He aquí la diferencia entre la honestidad y la deshonestidad.

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