La lucha política por el poder en nuestro país se encuentra en su experiencia más álgida. El movimiento de la Cuarta Transformación (4T) y el Frente Amplio por México (FAM) están intentando resolver, a partir de metodologías propias, la selección del personaje que los representará en la contienda electoral del próximo año por la Presidencia de la República. Ambas estrategias son dignas de respeto y atención, sin embargo, la coyuntura exige la siguiente reflexión.

Toda lucha por el poder es atroz y hasta violenta entre los adversarios y no se excluye a los supuestos aliados y amigos. Recordemos la magna novela política de Martín Luis Guzmán “La Sombra del Caudillo”, donde se pone de relieve la frase lapidaria: “En política no existen los amigos... a los mejores amigos los convierte en los peores enemigos”. Entretanto, no hay porque sorprenderse más bien admirarse de que tengamos el privilegio de experimentar a través de la observación o de la participación el quehacer político de la nación y sus regiones.

Veamos lo concreto. En el caso de izquierda la dupla Claudia Sheinbaum/Marcelo Ebrard, la primera es la puntera indiscutible desde hace un año según las encuestas más prestigiadas. Su más cercano competidor Ebrard está haciendo todo lo posible y hasta lo imposible por alcanzarla. El riesgo en las estrategias está en descarrilarse en un momento de desesperación. La postura de Sheinbaum, en cambio, es privilegiar el proyecto de la 4T, el movimiento por encima de los contendientes y el llamado a la unidad. Por su parte, Ebrard presiona a las instituciones para arrebatarle simpatías a su adversaria denunciando guerra sucia en su contra. Interpela a las instituciones de la 4T (Secretaría del Bienestar, gubernaturas en manos de Morena y las actitudes del partido relativo al procedimiento de las encuestas) de posturas deshonestas y tendenciosas. El resto de los aspirantes, Noroña, Adán Augusto López Hernández, Monreal y Velasco hacen su esfuerzo.

En el caso del FAM, la mancuerna Xóchitl Gálvez/Beatriz Paredes la sorpresa es Paredes quien llegó a la final con la posibilidad de quedar como la candidata ideal de la derecha. La experiencia, la argumentación y el discurso tienen su atractivo ante los electores. En contraparte Gálvez ha tenido actitudes y experiencias desafortunadas. Su obsesión en retar de forma permanente a AMLO y su equipo en lugar de presentarle a los ciudadanos un proyecto de nación tal y como lo indican los cánones. Da la impresión de que el PAN y un sector de la élite financiera y económica desean un perfil parecido al de Vicente Fox al cual, a través de un diseño publicitario, disfrazaron de “ranchero” (cowboy), dando la imagen del “superhombre” capaz de sacar al PRI de Los Pinos y salvador de México. En esta dirección, Gálvez corre el riesgo de convertirse en un holograma de Fox con la careta de indígena y un discurso altanero y de reclamos al quehacer gubernamental intentando, con esto, secuestrar el discurso de la izquierda a fin de arrancarle votos a Morena. A contrapelo, desafiando a este tipo de liderazgo aparece la figura de Beatriz Paredes, guste o no, con un discurso político sólido. Ya veremos quien vende más cara su derrota.

En el escenario actual de los ciudadanos predomina el miedo y la esperanza, legados intensos de la pandemia. La lucha del poder no es por el poder mismo, los líderes de hoy y del futuro han de responder con más atención a ciudadanos reales y no imaginarios.

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