La lucha política por la presidencia de la república entra en una nueva fase. Dos proyectos antagónicos de nación son liderados por dos mujeres con perfiles netamente diferentes, a saber: Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum. La primera, se orienta a la derecha y la segunda, a la izquierda. Reflexionemos sobre la posibilidad de sus campañas.

La metodología de las movilizaciones se vislumbra de la siguiente manera. En el caso de Gálvez, la acción se desarrollará en el escenario de los medios de masas convencionales y tradicionales, y, su presencia pública la hará en espacios muy contenidos como salones de convenciones en hoteles, arenas de espectáculos y plazas públicas acotadas. Sus discursos, los elaborarán especialistas en comunicación política, para evitar los traspiés y actos fallidos en los que cotidianamente incurre.

En la emergencia, se le diseñará y construirá una imagen orientada hacia un mercado electoral con el sello neoliberal, vale decir subordinar la política a la mercadotecnia. Así se creó, en su momento, la figura de Vicente Fox. Sin embargo, lo más relevante estriba en la ausencia de una propuesta de nación para lo cual, la derecha, después de haber quemado un cúmulo de cartuchos y haber fallado en todos los intentos por debilitar a su opositor, a final de cuentas, recurrirá a la vieja leyenda conservadora que dice: “Secuestrar y usar las ideas de nuestros peores adversarios”. Es decir, frente a la carencia de creatividad, la sentencia es apropiarse del discurso de la izquierda como intentona electoral.

Así las cosas. Bien le haría al grupo de Xóchitl Gálvez, y a ella misma, asumirse y abrirse a la identidad de la derecha. Esto es, vencer el temor de afirmar, de una vez por todas, el ser de derecha. Esta reorientación le daría autenticidad y dirección política a su movimiento. Incluso enriquecería las prácticas políticas en el país, en consecuencia, ya no veríamos a una derecha sin cabeza y, desde luego, las parafernalias cotidianas de hoy en día.

En el caso de la izquierda, ya asumida públicamente como tal, su estrategia se sitúa en “caminar la calle”. Sheinbaum continuará con el legado de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y de Morena. La defensora de los comités de la cuarta transformación viene del movimiento estudiantil de izquierda en la UNAM, en la década de los 80. Acompaña a AMLO desde los tiempos en que fue jefe de gobierno de la hoy Ciudad de México en el 2000. Claudia Sheinbaum goza coyunturalmente de un movimiento social y político fuerte en estos momentos.

Además, Sheinbaum enfrentará avatares en el camino a la presidencia como la institucionalización del engaño de la derecha, así como la circulación de grandes cantidades de dinero para corromper al votante. Estarán presentes las calamidades de todo movimiento político: el chapulineo, aventureros sin escrúpulos y, sobre todo, las traiciones. A contrapelo, las nuevas generaciones de jóvenes exigen atención. A la izquierda, particular a Sheinbaum, le conviene la autocrítica, así como reconocer los aciertos y desaciertos.

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