RAÚL MARTÍNEZ MERLING
Los partidos políticos se inventaron para normar el acceso al poder a través de una lucha legal y abierta donde se privilegiaban, en sustancia, los proyectos sociales puestos a consideración de una población votante. Sin embargo, hoy día, se han convertido tan solo en instrumentos o plataformas de utilidad para intereses ajenos a la naturaleza misma de esas entidades políticas. El arribo al poder del movimiento de izquierda Juntos Hacemos Historia tomó por sorpresa al PRI y al PAN, dormidos en sus laureles... nunca imaginaron a Andrés Manuel López Obrador (AMLO) al frente del Movimiento de Regeneración Nacional (morena) triunfante en las elecciones del 2018.
La hoy oposición agrupada en una coalición electoral -PRI, PAN, PRD- ha hecho todos los intentos posibles para recuperar el terreno perdido. Desde luego, son dignas de respeto las intentonas, las luchas políticas son así, siempre y cuando no se desborden en violencias antagónicas. El fenómeno de la violencia siempre es un riesgo a considerar máxime si la alianza de partidos en cuestión ha renunciado, cada uno, a sus principios ideológicos más puros. La metamorfosis partidista aspira, sin más, al poder por el poder; es un cuerpo caminante desnudo y sin cabeza.
Dicha coalición ha experimentado de todo y continúan perdiendo espacios políticos como ejemplo, se encuentra la última derrota en la gubernatura del Estado de México. Por separado, el PRI, el PAN y el PRD van en declive y rumbo a la extinción. Seguramente, su fallecimiento político será en las elecciones del 2024 y este fenómeno dará paso a la invención y edificación de nuevos partidos políticos, claro está, en un proceso o transición.
En congruencia con lo anterior, el último movimiento de la derecha opositora muestra un nuevo rostro: recurrir al fenotipo indígena para pretender trasladar la lucha política al locus de la pigmentogracia. Al grado de que ya posibles aspirantes a la presidencia de la república se dicen de origen indígena y se visten como tales. El tema es intentar bajarle las defensas a Morena a partir de esta “estrategia” sólo que, increíblemente, la acción es en el campo simbólico de la izquierda. El salto es mortal e indica que la coalición es presa de sus propias trampas a su fe de la supremacía blanca, racista y clasista.
Mientras tanto. Morena continúa creciendo no exento de contradicciones. Aún no es un partido político consolidado, es un movimiento social orientado hacia la izquierda donde no todos son de izquierda, ni abrazan los ideales y principios comprometidos históricamente con la población más desprotegida y humilde. En este sentido, después de la derrota de la derecha en el Estado de México se ha observado una movilidad inusual de militantes de la oposición tratando de incorporarse a Morena. Como movimiento no pasa nada, pero ya como partido político el costo sería altísimo. El peregrinar hacia el movimiento de regeneración nacional está en marcha...
La incertidumbre de este momento político, o lo que es lo mismo, la debilidad de los partidos políticos permite la aparición y expresión de poderes fácticos como el crimen organizado, grupos de poder económico y financiero capaces de cualquier cosa, no beneficia en nada al sistema político mexicano, sus regiones y a la paz social.