En el territorio de la lucha política los oponentes deben pensar, primordialmente, en la categoría de poder. En la historia de la filosofía y ciencia política mucha tinta ha corrido en un sin fin de reflexiones al respecto. Se afirma que el hombre nace con el poder y muere con el poder.

En la misma dirección, el poder es la capacidad de una persona de imponer su voluntad sobre otra que la acepta. Claro está, en dicha relación entran en juego muchas circunstancias sociales, culturales y políticas. Para alumbrar esta reflexión, el sociólogo Niklas Luhmann aprecia que el poder político, en particular, es un medio de comunicación simbólicamente generalizado donde la “amenaza” debe funcionar como un código simbólico capaz de contener cualquier riesgo al sistema social. Vale decir, quien posee el poder político debe ser capaz de someter al otro ya no por medio del recurso de la violencia directa sino el de la amenaza.

El poder político moderno, en el pensamiento de Luhmann, estriba en que los ciudadanos acepten el poder vigente mediante ofertas simbólicas de movilidad social donde el denominador común es la “amenaza”, esta debe funcionar a cabalidad porque si el sistema político hace uso de la fuerza entonces fracasa.

Por lo anterior, mientras la Cuarta Transformación (4T), al frente del régimen político desde 2018, inició la edificación y arquitectura de un poder apto para operar como el medio de comunicación simbólicamente generalizado y, en consecuencia, el afán de consolidar su proyecto político donde la “amenaza” a los oponentes ha circulado sin detonar la violencia de Estado, este presumible portal ha sido estratégico para la 4T.

En contraparte, la derecha no ha sido sagaz de enfrentar a la 4T con alternativas para competir por el poder político de manera consecuente. En acciones de impotencia y resignación, la derecha se encuentra en un estado de hemiplejía, es decir, está en un vacío de ideas, argumentos y sin proyecto creativo de nación. Y lo peor ya empieza a observarse... el derrumbe del discurso guiado por el recurrente insulto altisonante desde todos los ángulos a la 4T, así como el intento de secuestrar las ideas de la izquierda han terminado por agotar este método de lucha política.

De esta manera, frente al desplome de los líderes de la derecha está en su guía de ruta, ahora, dirigirse hacia el camino de las expresiones más extravagantes que se hayan visto en la historia política de México, a saber: frases mal citadas o pésimamente construidas, así como un cúmulo de actos fallidos a través de los cuales se descalifica a los propios aliados. Sería interesante para la oposición recurrir al insigne Sigmund Freud para comprender que los actos fallidos indican estados de neurosis. Por si fuera poco, la derecha está al borde de convertir a la política en una tragicomedia o en un teatro de la comicidad.

Tal vez, por lo recién expuesto Marcelo Ebrard haya repensado seriamente el arribar al mundo de la ceguera. Sin embargo, insistamos: la derecha tiene una responsabilidad en la coyuntura política actual, pero como no hace nada al respecto... Morena es un fenómeno social, cultural y político. Nada fácil para la oposición.

Google News