En una especie de crónica de una muerte anunciada, los periodistas más afamados del anterior régimen están creando un ambiente de violencia directa contra una aspirante a la Presidencia de la República mexicana.

Las luchas y confrontaciones políticas son normales en una democracia, no hay porque atemorizarse ya que en esas diferencias estriba el convencer a la mayoría de los ciudadanos de un proyecto viable para implementarlo al ganar las elecciones en una contienda legal. En este sentido, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ganó en las urnas en 2018. Desde entonces, representa constitucionalmente al Estado mexicano y es jefe del Ejecutivo de la nación.

Si los partidos políticos del viejo régimen perdieron legalmente el poder, debieron ipso facto ponerse a pensar en un nuevo proyecto para participar en las elecciones venideras, compitiendo limpiamente por el poder e intentar recuperarlo. La lucha política es una reyerta de pensamientos antagónicos e irreconciliables ya que representan visiones distintas de un mundo en relación directa a intereses particulares. Para este efecto, se crearon los partidos políticos y los sistemas electorales, a fin de que los contrincantes cuenten con la posibilidad de un acceso pacífico al poder. A esto ha contribuido incansablemente la ciencia y la filosofía política. Sin embargo, por desfortuna para nuestro país la cultura política aún continúa frágil.

Si bien todo gobernante es interpelado por los ciudadanos y la oposición de acuerdo con sus decisiones y acciones, siempre debe predominar el respeto. El físico y filósofo Humberto Maturana dijo alguna vez que “los seres humanos son seres emocionales que piensan”. Por desventura, no se ha dado el salto cuántico hacia un nuevo portal de hacer política. Al infortunio de la pandemia le acompañó una gran posibilidad para la creación de nuevas ideas e instituciones políticas; es decir, construir una nueva civilización orientada a la convivencia pacífica muy a pesar de las diferencias más sentidas entre la población.

Hoy día, el reto es remontar el humor social fincado en la ira, el enojo y la irritación a partir del cambio de actitud, vale decir, un cambio de encuadre para ver en alta definición las posibilidades de una vida política y social más abundante y benéfica para la población mexicana y sus regiones. El empuje de una nueva generación de jóvenes es de urgencia en todas las latitudes del país. Por lo pronto, sano es reconocer que ya la voz juvenil está presente en las redes sociales conteniendo las voces violentas cuyo deseo es desestabilizar al país a partir de un odio personal a un gobernante.

Los partidos políticos de antaño han envejecido a la par de los medios de masas convencionales en general. Algunos ya están en estado terminal y otros tendrán la oportunidad de entender la transición mexicana para reconfigurarse en el porvenir de la sociedad digital.

En rigor, los ciudadanos tienen la responsabilidad de contener la “crónica de una muerte anunciada” y recordar que somos seres emocionales que piensan.

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