En el contexto del neoliberalismo, la Universidad Pública (UP) fue avasallada y descarrilada de su función sustancial, a saber; la investigación y la formación sólida de los alumnos a partir de la figura de un profesor con un considerable nivel intelectual, íntegro y responsable. Vale decir, la institución reorientó sus actividades hacia funciones como la burocratización de la enseñanda/aprendizaje. En lugar de la divulgación de la ciencia, se privilegió la técnica, se fracturó, así, una tradición de siglos.

Abundemos. La UP es herencia de la universidad medieval, la cual aportó el pensar y repensar, permanentemente, los grandes problemas de las diversas formaciones sociales y políticas en su conjunto. Y, muy a pesar de las adversidades, estimuló el juicio crítico a partir del marco filosófico de la antigüedad griega. Extraordinarios sacerdotes, en corrillos, alentaron el análisis y debate de ideas en el seno de parroquias y catedrales europeas. En esa larga travesía, la revolución francesa (1789) modernizó la UP y organizó la ciencia en facultades y se nombró un rector para responder a las demandas de organización del conocimiento.

Concretamente y por lo anterior, la sustancia de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), así como todas las universidades públicas del continente americano, está en las “ideas”. Lo que le da sentido a la UAQ es la circulación de ideas, la confrontación de ideas y el surgimiento de nuevas ideas. En el seno de la UAQ, estudiantes y profesores acuden al campus universitario por crisoles de ideas para hacerlas suyas y convertirlas en una profesión y un sólido espíritu crítico para descifrar la urdimbre del mundo actual. Por lo tanto, los edificios de concreto hacen a la UAQ. Lo que le da identidad, personalidad y prestigio a la universidad son las IDEAS.

En ese contexto, un rector tiene la función de regular el debate de ideas con imaginación y creatividad, no es un agnóstico burócrata. La UAQ ha contado con grandes rectores, primordialmente los que han brotado de la Facultad de Derecho, cuya visión social y una noción clara de la universidad, catapultaron a la institución a un reconocimiento nacional. Desafortunadamente, durante la pandemia, la UAQ guardó silencio. No generó debate al respecto para identificar los costos y saldos sociales del impacto del Covid-19 en el estado de Querétaro. Así las cosas...

Es oportuno, hoy más que nunca, nuestro reconocimiento al rector Braulio Guerra Malo, quien guió el destino de la UAQ de 1982 a 1988. Para consolidar su proyecto académico invitó a las ciencias sociales para construir una plataforma extraordinaria orientada a la extensión universitaria. Permitió la creatividad a través del uso inteligente de los medios de comunicación universitarios (radio universidad y medios impresos como revistas y libros). También alentó la vida académica dejando un sello inolvidable. Escuché a un profesor invitado decir en ese entonces: “La Universidad Veracruzana (UV) ha sido rebasada por la UAQ por el nivel académico alcanzado así como las tareas de extensión universitaria”. La UV era la segunda universidad en orden de importancia después de la UNAM.

A través de la figura emblemática del insigne rector Guerra Malo, deseamos a la UAQ recupere la guía de ruta y no sea objeto de oscuras interpelaciones como lo estamos viendo.

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