El saludo. Querida “República”: ¿en verdad somos un solo México? Es sabido que la unicidad, tanto como la pluralidad, son constitutivos de lo político y de nuestra vida democrática como tal. Apelando a la condición humana y parafraseando a Hannah Arendt diríamos que todos somos lo mismo -seres humanos-, pero nadie es igual a otro.
El problema es que la referida “cualidad de único”, que dicha unicidad, es utilizada a conveniencia -incluso distorsionada conceptualmente- por quienes conducen los destinos de “La Cosa Pública”, anteponiendo la búsqueda y el control del poder político y económico.
El mensaje. Por paradójico que suene, la unicidad se configura de muy distintas maneras desde el oficialismo. Situados en el arranque del segundo año de gobierno de la presidenta Sheinbaum, así lo constatamos. Hablemos primero de unicidad. En campaña, una representaba la promesa de continuidad del otro; prácticamente eran uno mismo. El denominado “segundo piso de la transformación”, así lo rubricaba.
Ya en el gobierno, dicha unicidad cobró vida en la forma y en el fondo; lo mismo en el autoelogio que representan las concentraciones masivas en el Zócalo y las “Mañaneras”, que en el anunciado desmantelamiento del Poder Judicial, en el debilitamiento de la vida institucional y democrática del país, y en rasgos autoritarios crecientes -incluyendo la reforma a la Ley del Amparo-, por mencionar algunos casos.
Un trayecto en el que la presidenta ha reconocido intentos de separarla del expresidente López Obrador y “acabar con el movimiento de transformación”, asegurando -para tranquilidad del pueblo sabio- que eso no ocurrirá; pues de acuerdo a todas las encuestas los unen valores como la honestidad, la justicia y el amor al pueblo.
Sin embargo, dicha unicidad es medida con otro rasero a la luz de los hechos de corrupción. Porque el México de AMLO, no puede ser el mismo México de la corrupción de “su hermano” Adán Augusto; porque en el México de AMLO, el huachicol fiscal no podría representar el robo más grande de nuestra historia; porque en el México de AMLO, sería inaceptable pensar que dicho dinero negro fue a dar a las campañas electorales; porque en el México de AMLO y de Claudia, cualquier acusación contra sus “huestes impresentables” son simple “politiquería”. Como puedes ver, bajo la óptica del poder político, la unicidad es “un traje utilizado a conveniencia”.
La despedida. Pregúntate querida República: ¿el México de AMLO es el mismo México de Sheinbaum?, ¿es un México en el que hay espacio para quienes piensan distinto?
Recuerda que tu “cualidad de única” no se ubica en la narrativa política; sino en el respeto a la pluralidad, a las ideas del otro y la inclusión que nos dan identidad.
La firma. Tu amigo: “El Discursero”.
P.D. En espera de una próxima carta, deshazte del sobre amarillo.