El saludo.

Querida “R”: ¿cuándo fue la última vez que te prometiste algo con todas tus fuerzas? ¿Cuál fue esa promesa que te hicieron que aún sigues esperando que suceda?

El valor de una promesa es incalculable: es lo mismo histórico y cotidiano, discursivo y transformador, esperanzador y devastador. Por ello, deberás estar atenta a las promesas como un gran catalizador de tu vida y de “La Cosa Pública”.

El mensaje

En esta vida se vale prometer, es decir, conferirle certeza a lo que afirmamos o decimos que ocurrió, ocurre u ocurrirá.

La promesa es muchas cosas a la vez. Un ordenador de nuestra realidad —nos ayuda a organizarla— y, a la vez, un “elixir” del futuro —nos ayuda a imaginarla—; sus componentes, la acción y el discurso, la “visten” de versatilidad y omnipresencia.

Las promesas son emancipación, rebeldía, salto de fe, asociación y también fascinación; la historia misma se nos revela como una promesa cumplida e incumplida desde tiempos inmemoriales.

Más allá de su devenir histórico, lo importante es que seamos capaces de entender el valor de la promesa y sus posibilidades. Máxime, en un presente como el nuestro: anclado en el pasado, perdido en la cultura de la inmediatez (consumo-desecho) y obsesionado por el futuro.

Independientemente de la incertidumbre que acompaña al presente —frecuentemente ignorado y evitado— debemos reconocerlo como nuestro espacio de reflexión y de acción; el espacio donde emerge la promesa.

Reflexiona las promesas a tu alrededor: ¿quién promete algo sensato? ¿Con qué diagnóstico? ¿Con qué compromiso vital asumido? ¿Con qué repercusiones? Del universo de promesas que alimentan “La Cosa Pública”, ¿en cuáles has reparado? Hoy “la receta” se reduce a un ingrediente: continuidad; prometer la transformación imponiendo la “voluntad de la mayoría del momento”.

Será importante, entonces, distinguir entre afirmaciones y acciones; será vital, también, trabajar en un diagnóstico objetivo de la realidad, porque la única manera de transformar “La Cosa Pública” —incluso por cuarta vez, como se enuncia— es reconociéndola, es diagnosticándola objetivamente y aceptándola.

Pero desde ahora, tenlo por seguro: los actores políticos, candidatos y electos, harán lo que han dicho que harán —no es tiempo de ilusos—; gobernarán como han dicho que gobernarán; mentirán como han mentido hasta ahora, y seguirán prometiendo mucho. Pues como lo decía Francisco de Quevedo: “nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir”.

Los incentivos para la moderación a nuestro alcance son el acceso a la información, las ideas —contrapropuestas—, la defensa de la ley, el fortalecimiento de las instituciones y la participación activa —ciudadanos exigiendo e involucrándonos—.

La despedida

Querida “R”: prométete muchas cosas en la vida para emanciparte; confiérele siempre valor a tu palabra para aportar certeza a tu presente y compromete buena parte de tus acciones con “La Cosa Pública” para mejorarla.

La firma.

Tu amigo: “El Discursero”.

P.D. En espera de una próxima carta, deshazte del sobre amarillo.

Google News