El saludo. Querida “República”: dice el refrán que “prometer no empobrece”; y vaya que políticos —candidatas y candidatos— de todos los colores lo han puesto en práctica.

La lógica es simple: prometer al elector —ciudadano— que, si deciden votar por él —confiar en él—, les va a ir mejor; y que, si eligen otra opción, les va a ir peor. Su estatus es situarse en modo de “campaña permanente”; su “hilo conductor” es uno y el mismo: prometer.

El mensaje

A estas alturas, y a golpe de realidad, resulta imposible disociar al expresidente López Obrador de ese ominoso grupo de políticos mexicanos que se han llenado la boca de promesas vacías —sin sustento en la realidad—.

Buena parte de la narrativa del autodenominado “movimiento de transformación” se escribió en el 2018, cuando el entonces candidato prometió que —de llegar al gobierno- aplicarían tres principios básicos: “no mentir, no robar y no traicionar al pueblo”. Ese mismo año, al publicar su libro “2018 La Salida”, resumió algunas de sus principales promesas de campaña, proyectándolas hacia el futuro: “en 2024 creceremos 6%”; “en 2024 la delincuencia organizada estará acotada y en retirada”; “en 2024 la emigración pasará a formar parte de la historia de una época ya superada”; “en 2024 no existirá la delincuencia de cuello blanco y estarán erradicadas por completo la corrupción política y la impunidad”.

Hoy que desde Tabasco —menuda casualidad— se revela buena parte de la radiografía de corrupción, crimen organizado y complicidad política imperante en el sexenio inmediato anterior, vale la pena recordar que a estas promesas precedieron otras.

Como el “te lo firmo y te lo cumplo” —mi compromiso es contigo— utilizado por el entonces candidato tricolor Peña Nieto; o el “seré el presidente del empleo” y las “manos limpias”, del candidato blanquiazul Calderón Hinojosa.

Con falsas promesas, con finales igualmente desalentadores y con sistemas políticos que siguen encubriendo redes criminales.

Como lo sentenció el versículo de Eclesiastés, y como suele recordármelo mi muy querido capitán López Zavaleta: “no hay nada nuevo bajo el sol”.

La despedida

Querida “R.”: ¿aún crees en la renovación moral de la sociedad o en el “nuevo humanismo mexicano” que se pregona desde el poder?

Reflexiona las promesas a tu alrededor: ¿quién promete algo sensato en “La Cosa Pública”?, ¿con qué diagnóstico?, ¿con qué compromiso vital asumido?, ¿con qué repercusiones? Yo no quiero, ni puedo prometerte nada; sólo recordarte que tu congruencia individual —y la de cada mexicana y mexicano de bien—, es nuestro poder en lo colectivo.

La firma

Tu amigo: “El Discursero”.

P.D. En espera de una próxima carta, deshazte del sobre amarillo.

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