El saludo. Querida “República”: “La Cosa Pública” ya nada sabe de moderación; vivimos tiempos de arrebatamiento y de arrebatados. De gritos que ensordecen, de posiciones extremas que desdibujan el centro, de afanes desmesurados de poder que ahogan la escasa voluntad de servir.

Ahí donde el arte de gobernar sugiere obrar dentro de parámetros razonables de prudencia, templanza y sentido común, es donde hoy imperan la insensatez, la cerrazón y las mentiras.

El mensaje

Vivimos tiempos desmesurados. Fue descomedido reformar el Poder Judicial a partir de la “popularidad” de jueces, magistrados y ministros; sin filtros, sin apartidismo, sin equidad en los comités de evaluación, sin votos libres e informados y sí con manipulación, movilización, acordeones, fraude burdo y una validación muy cuestionable por parte de la autoridad electoral.

Fue excesivo calificar la jornada electoral desde el oficialismo como “todo un éxito”, considerando el enorme desinterés del electorado y el costo de la elección; un proceso con el 13% de votación no debería dejar satisfecho a ningún demócrata.

Es desorbitado presumir un “récord histórico de empleos”, cuando hay 120 mil personas menos ocupadas que el primer trimestre del año anterior, de acuerdo al Inegi; incluso lo es afirmar que las cosas van bien en términos económicos, cuando desde hace 17 años -excluyendo el año de la pandemia- no habíamos registrado un arranque tan malo en materia de generación de empleo.

Estuvo “fuera de lugar” el llamado de la presidenta Sheinbaum de hace algunos meses –“y sí es necesario, nos vamos a movilizar”-, en el contexto del impuesto de remesas y en medio de una tensión bilateral evidente con nuestro “vecino del norte”; con la reciente escalada de las protestas y de las redadas en contra de migrantes. Su llamado fue sacado de contexto, sí; pero también fue populista y carente de todo rigor profesional y diplomático.

Es desproporcionado pensar que las cosas van a cambiar cuando desde el oficialismo no hay la más mínima voluntad de reconocer sus propios errores -del presente y del pasado reciente-; cuando la oposición sigue siendo incapaz de reinventarse para proponer un proyecto alternativo de país; y cuando una gran parte de la ciudadanía navega entre el desinterés y la indiferencia.

La despedida

Querida “R.”: confío en que tu reflexión profunda te servirá para mantener el equilibrio y la mesura ante cualquier situación. Recuerda con Voltaire que “el secreto de no hacerse fastidioso, consiste en saber cuándo detenerse”.

La firma

Tu amigo: “El Discursero”.

P.D. En espera de una próxima carta, deshazte del sobre amarillo.

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