El saludo. Querida “R.”: el filósofo alemán Kant, quien estableció las bases de la filosofía moderna, perfiló bases para evaluar la inteligencia: “se mide la inteligencia de un individuo por la cantidad de incertidumbres que es capaz de soportar”.
¿Tú qué tan capaz te sientes de enfrentar lo desconocido en el México que vives?, ¿y qué tan capaces percibes a las autoridades de enfrentar las amenazas internas y externas de nuestro país? La respuesta aplica, lo mismo, al individuo que al Estado Mexicano: capacidad e inteligencia las hay, pero eso no significa que se empleen correctamente.
El mensaje
“La Cosa Pública” nos ha acostumbrado a vivir entre amenazas —inminentes o creadas—, alimentadas por las teorías conspirativas y la desinformación.
Sucede que, a golpe de realidad, una y otra vez nos hemos enterado de que la información y el “antídoto” para detener dichas amenazas estaba en manos del oficialismo en turno, cuyos protagonistas decidieron no hacer algo al respecto —por incapacidad, miedo o colusión—.
El reciente caso de Adán Augusto López se suma a la lista de muchos otros (como los del General Salvador Cienfuegos o el de Genero García Luna) en los que nos enteramos que la inteligencia sí hizo su trabajo —este último en particular, vía los “Guacamaya Leaks”—.
Se sabía de sus movimientos y presuntas alianzas criminales; se conocían estructuras, rutas y operadores; se estaba al tanto de planes, tramas institucionales y vínculos políticos. Es decir, en estos y otros casos la inteligencia acercó al Estado Mexicano la información necesaria para actuar, pero por alguna oscura razón las autoridades responsables —como los expresidentes López Obrador, Peña Nieto y Calderón— decidieron no hacerlo.
Así que la próxima vez que escuches de amenazas como la corrupción, el enriquecimiento ilícito, las obras faraónicas, el huachicol, el dominio territorial de los grupos criminales, las extorsiones, las desapariciones, el desabasto de medicamentos, o el ecocidio, recuerda que la decisión sobre qué hacer con la información obtenida mediante la inteligencia podría anteponer criterios políticos sobre criterios éticos como la verdad, el deber ser y la justicia.
Por último, pregúntate: ¿qué amenaza es más aterradora? Los graves problemas que aquejan al país o su clase política, que utiliza la inteligencia para administrarlos a su favor.
La despedida
Querida “R.”: ¿qué puedes conocer?, ¿qué debes hacer?, ¿qué te está permitido esperar? Usa tu inteligencia para responder preguntas como estas, soporta “kantianamente” la incertidumbre y contribuye a sanar “La Cosa Pública”.
La firma
Tu amigo: “El Discursero”.
P.D. En espera de una próxima carta, deshazte del sobre amarillo.