El saludo. Querida “República”: nuestro entendimiento de los principales menesteres de “La Cosa Pública” está condicionado por una gran cantidad de relatos ficticios; algunos son más breves que otros, los hay didácticos y críticos, una gran mayoría tiene como propósito encubrir o disimular una verdad, todos manipulan nuestro razonamiento y memoria colectiva.
Desde su concepción literaria, la fábula nos ofrece una visión crítica de la realidad política y social; convirtiéndose en una advertencia útil y atemporal sobre los peligros que conllevan el poder absoluto y la manipulación. George Orwell la retrató de la mejor manera en su Rebelión en la Granja, mostrándonos que aun los ideales más nobles pueden ser corrompidos y traicionados.
Desde su concepción oficialista, las fábulas contemporáneas nos adentran en su propia narrativa de control político. Ilustran su tendencia hacia la jerarquía, el control y el adoctrinamiento; y lo hacen, socavando tempranamente sus promesas de igualdad y justicia.
El mensaje
La política como fábula, “vende bien”.
Su promesa no ha variado del todo: tomemos “el control de la granja” vendiendo la esperanza de una sociedad justa y equitativa.
Una utopía que, más pronto que tarde, se desmoronará bajo el yugo de una nueva tiranía liderada por otro tipo de especies —igual o más opresivas que las anteriores—.
Ahora bien: ¿por qué se empeña “el oficialismo” en construir fábulas permanentemente? Porque sus protagonistas conciben —erróneamente— que su ocupación es administrar el poder, incidiendo en la opinión pública tanto como les sea posible.
Desde una óptica populista —sin importar que sea de izquierda o derecha— suelen reducir la complejidad de las sociedades al orden binario que establece su propia narrativa: periodos de luz y de oscuridad, héroes y villanos, patriotas y enemigos, liberales y conservadores, chairos y fifís. También simplifican y tergiversan la historia, tanto como sea necesario, para justificar el presente e instalarse como sus únicos intérpretes válidos.
Ejemplos de fábulas instaladas en “La Cosa Pública” durante los últimos años sobran: “no puede haber gobierno rico con pueblo pobre”, “el pueblo pone y el pueblo quita”, “la culpa es de Calderón”, “el sistema de salud IMSS-Bienestar es mejor que el de Dinamarca”, “los 51 mil millones de pesos de Ricardo Salinas Pliego sanarán las finanzas públicas” y un largo etcétera.
En la Granja Manor, de George Orwell, los animales, cansados de la explotación de su dueño, el señor Jones, se rebelaron y tomaron el control con la esperanza de crear una sociedad equitativa.
Nuestro problema es bastante más grande: no vivimos en un cuento; nuestra crisis es real, es sistémica, afectará varias generaciones de mexicanos y seguimos sin entenderlo.
La despedida
Querida “R.”: rebélate, haz lío en tu propia “granja”, propón mejores caminos a los establecidos y contribuye a sanar “La Cosa Pública”.
La firma
Tu amigo: “El Discursero”.
P.D. En espera de una próxima carta, deshazte del sobre amarillo.