El saludo. Querida “República”: las resoluciones del ánimo se comunican, se perciben e interpretan en “La Cosa Pública”. La vulnerabilidad de la narrativa oficialista y la debilidad del Estado, también.

El mensaje. De unas semanas para acá, lo público genera cada vez mayor desconfianza. Se debe, en buena medida, al “caldo de cultivo” provocado por la violencia criminal; por la corrupción y su protección política evidente, por el contubernio impune y por el naufragio ciudadano en un mar de abandono.

El punto de inflexión del hartazgo social bien puede colocarse en un momento específico -como el asesinato de Carlos Manzo-, pero las recientes señales de debilidad del Estado mexicano se han originado a partir de los propios yerros del oficialismo y de su negativa a catalizar dicho ánimo social.

Las imágenes que van y vienen son las de un Estado débil ante las protestas, rebasado y resguardado detrás de las vallas que delimitan el perímetro de Palacio Nacional. Las noticias que viajan dentro y fuera de nuestras fronteras revelan el horror; incluido el reciente hallazgo de 456 bolsas con restos humanos cerca del estadio de las Chivas -a menos de un año del Mundial. Y, mientras todo eso sucede, los mensajes que suenan y resuenan desde el púlpito presidencial son los de una narrativa atrincherada en la confrontación ideológica, en la descalificación y el encono; una que, sin pretenderlo, retrata y exhibe sus propias debilidades.

Al descalificar toda protesta ante el poder -homologando a manifestantes, convocantes, opositores y “bloque negro”-, la Presidenta cancela los caminos de interlocución con los sectores sociales agraviados del país; distanciándose de la realidad.

Al señalar a la derecha como gran artífice y promovente del enojo social, le atribuye una gran capacidad para activar protestas, convocar marchas, dominar la conversación digital, u organizar bloqueos de transportistas y agricultores; haciendo crecer a sus opositores.

Al asumirse como la cabeza de un movimiento opositor permanente, colocándose una y otra vez en la posición de víctima, a pesar de ostentar todo el poder, debilita la gobernabilidad y la paz social en el país; encerrándose en su propio “circo de popularidad y percepción” y desentendiéndose de su responsabilidad histórica.

Al no deslindarse de impresentables como Adán Augusto, “Andy” López Beltrán, Ricardo Monreal, Fernández Noroña y una larga lista de gobernadores morenistas, demuestra su incapacidad de poner orden en su propio “movimiento guinda”; expresando debilidad presidencial.

Quienes amamos este país, seguimos esperando a una Presidenta fuerte, en quien confiar y a la cual respaldar; una que visibilice los problemas del país, que asuma, escuche, aproxime, transforme y gobierne para todas y todos.

La despedida. Querida “R.”: recuerda con Indira Gandhi que “la desconfianza es una señal de debilidad”.

La firma. Tu amigo: “El Discursero”. P.D. En espera de una próxima carta, deshazte del sobre amarillo.

Google News