El saludo
Querida “República”: ganar o conseguir algo importante en “La Cosa Pública” tiene sus costos; detrás de cada conquista, suele haber toda una historia de lucha, de grandes sacrificios y, sobre todo, de dificultades superadas.
Pero hay algo que solemos obviar o ignorar, sin el menor recato: el continuo afán de arrebatar cada una de estas conquistas desde el poder.
El mensaje
La libertad de expresión no es concesión de ningún gobierno; es una conquista de la sociedad mexicana. Un derecho constitucional, un “espacio vital ganado” para nuestra vida democrática y nuestra toma de decisiones.
¿Qué tan cerca estamos de ser censurados por comunicar nuestras ideas, opiniones y creencias?
¿Qué tan lejos estamos de cruzar el umbral de la represión?
Con el devenir de los días y las semanas del “segundo piso de la cuarta transformación”, hemos sido testigos de un poder y de una opresión crecientes.
Hasta ahora, la puesta en marcha de la “agenda silenciosa” dirigida a centralizar todo el poder abarca la eliminación de la división de poderes, vía el control de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial; la eliminación de los organismos autónomos; la supresión de mecanismos de transparencia y rendición de cuentas; la eliminación de fuentes estadísticas confiables; la anulación de voces a favor de los Derechos Humanos; la militarización de la seguridad y de la vida pública; el adoctrinamiento cultural y educativo desde los espacios oficiales; la demolición de las instituciones democráticas y el control del aparato electoral.
A ello, se suma una “agenda ruidosa” que ya da cuenta de una disculpa pública por parte de un ciudadano al presidente de la mesa directiva del senado de la República -ello, después de que la Cámara Alta presentara una denuncia-; una agenda escandalosa con leyes para censurar la libertad de expresión -estableciendo sanciones penales por “insultos” en redes sociales o en cualquier espacio digital-; de persecuciones cada vez más recurrentes y descaradas en contra de periodistas; además de tribunales electorales a modo, alineados a una voluntad represora.
Es cierto que en el pasado la oposición ya enfrentó fraudes electorales, gobiernos autoritarios y reformas injustas. Pero también lo es, que hoy han demostrado carecer de la capacidad para organizarse, de la congruencia para resistir y, sobre todo, de las ideas para proponer un proyecto alternativo de país.
La pregunta, entonces es: ¿quién defiende el interés público y la vida democrática?, ¿quién libera los derechos ciudadanos de las agendas político-partidistas?,¿quién pone el “dedo en la llaga” de la salud, la seguridad, el crecimiento económico, la educación o el empleo?
La despedida
Querida “R.”: defiende tus conquistas ganadas, hasta tu último aliento; sabes muy bien que, sin importar ideologías, debes rechazar cualquier forma de poder absoluto.
La firma
Tu amigo: “El Discursero”.
P.D. En espera de una próxima carta, deshazte del sobre amarillo.