El saludo. Querida “República”: de un buen tiempo para acá, “La Cosa Pública” alucina. Se debe, en buena medida, a que millones de ciudadanos -y no pocos analistas políticos y “comentócratas”- siguen permitiendo que su afecto, nuble su razón.

Su negación y su resistencia a aceptar lo evidente, por orgullo o terquedad, ofusca lentamente el entendimiento colectivo. El refrán “no hay peor ciego que el que no quiere ver”, hoy adquiere matices de vigencia y de espanto.

El mensaje

Los sucesos de las últimas semanas, revelan -en sus formas y en su fondo- que el obradorismo está dispuesto a proteger a Adán Augusto López hasta sus últimas consecuencias.

¿Por qué será? Quizá se deba a que Tabasco es considerada la joya histórica del obradorismo. Y porque, al serlo, todo lo que ahí sucedió y sucede es del conocimiento del expresidente López Obrador. Pues, como él mismo lo afirmó en más de una ocasión, los grandes negocios y los grandes actos de corrupción siempre llevan el visto bueno del presidente: “nada de que el presidente no sabía, nada de que el presidente no estaba enterado; este es un sistema político presidencialista donde el presidente se entera de todo, o sea, ya basta de hipocresía, de estar engañando”, mencionó el 3 de septiembre del 2019.

De ser cierta la afirmación de quien juró “no mentir, no robar y no traicionar al pueblo de México”, él estuvo enterado de que Adán Augusto puso al líder de un grupo criminal al mando de la seguridad del estado de Tabasco, mientras fue gobernador.

Estuvo enterado, también, de que desde el 2019 el Ejército Mexicano tenía abierta una investigación centrada en la red de huachicol, colusión institucional y vínculos directos con el crimen organizado en el estado de Tabasco, según revelaron los llamados “Guacamaya Leaks”.

Y más aún, estando enterado de todo ello, tuvo a bien nombrarlo como titular de la Secretaría de Gobernación en 2021; dejando en sus manos no sólo la política interior del país, sino también las tareas de coordinación de la seguridad nacional. Sus presuntos vínculos criminales, no fueron impedimento para que López Obrador –“su hermano”- le abriera la puerta a información privilegiada de operativos federales e inteligencia del Estado mexicano.

De entonces para acá, las plumas oficialistas vuelan, se contradicen, van y vienen. Se ahogan en su propio romanticismo al acusar a Adán Augusto de traición al movimiento y al México que López Obrador buscaba construir, insistiendo en que los ideales del obradorismo eran otros -tal como aún lo hacen algunos “calderonistas”; siguen fantaseando y siguen autoengañándose mientras el país se cae a pedazos.

La despedida

Querida “R.”: “si camina como un pato y grazna como un pato, entonces probablemente sea un pato”.

La firma

Tu amigo: “El Discursero”.

P.D. En espera de una próxima carta, deshazte del sobre amarillo.

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