El saludo. Querida “República”: si de algo adolece “La Cosa Pública” es de decisiones éticas orientadas al servicio de los demás. Hay escasez de ideas, ausencia de valores, déficit de compromiso y un gran vacío de participación.

El mensaje. En la política, como en la vida, “nadie da lo que no tiene”.

Con no mucho asombro, semana a semana constatamos que dicho refrán antiguo de origen latino se apega más a la realidad que los discursos y la demagogia de nuestros representantes. Nadie puede enseñar austeridad, si no es austero; lealtad, sin ser leal; democracia, sin ser demócrata; o comunicar responsabilidad, si no es responsable; mucho menos hacer que los demás se respeten, si él no los respeta primero y se respeta a sí mismo antes.

El cambio en el régimen político que vivimos —anunciado y construido bajo las siglas 4T— se ha distinguido hasta ahora por la recuperación política de símbolos y narrativas históricas que en su momento fueron desplazadas, así como por el cambio en las formas de administrar los asuntos públicos y hacer política.

Dicha reorientación del poder público, en la teoría, antepone el bienestar social y la defensa de la soberanía nacional a los privilegios e intereses enquistados en “La Cosa Pública”. Pero, en la práctica, no ha logrado revertir la desviación del poder, ni tampoco detener su deterioro.

Semana a semana somos testigos de actos de concentración de poder, bajo visiones dogmáticas; del desprecio a la norma; del desmantelamiento institucional; del desabasto de oportunidades; del déficit democrático; del auge del mercantilismo, con saqueos y deudas multimillonarias; de una partidocracia estéril; y de un oficialismo dominante, corrupto, inepto, impune y contrario al deber ser del interés público. Todo ello, sin un ápice de autocrítica.

Lo peor de todo es que, a las grandes carencias de “La Cosa Pública”, se suma la ausencia de una ciudadanía crítica. En cierta medida constreñida por la gestión de sus condiciones económicas y sociales; pero también, atrincherada en su silencio, irresponsabilidad e indiferencia. Provocando, con ello, el mismo efecto histórico de antaño: dejar la política en manos de las y los “políticos profesionales”.

La única salida y, a su vez, el arma más eficaz de movilización social sigue siendo la congruencia; es decir, la fuerza operativa de nuestros propios valores, a pesar de los errores que cometamos y de los antivalores que cada uno tengamos.

El déficit ciudadano se combate con voz y con ideas; con crítica, autocrítica y propuestas; con rendición de cuentas y transparencia; con respeto y tolerancia; con participación ciudadana y ética en “La Cosa Pública”.

La despedida. Querida “R.”: la mejor manera de combatir una carencia en “La Cosa Pública” es construyendo, uniendo, aproximando. El odio revela ausencia de política; el odio, como decía Graham Greene “es carencia de imaginación”.

La firma. Tu amigo: “El Discursero”. P.D. En espera de una próxima carta, deshazte del sobre amarillo.

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