El saludo. Querida “República”: ¿en qué momento lo cortés y lo valiente dejaron de conformar un binomio esencial para “La Cosa Pública”?, ¿dónde podemos encontrar remanentes de “altura política”?, ¿por qué el discurso afable y articulado cedió su lugar a la estridencia desagradable y desabrida?

El mensaje. Para alejarnos de la polarización, debemos recuperar la amabilidad. Y antes de arrojarnos a una batalla tan singular, vale la pena preguntarnos: ¿cabe la amabilidad en la política?

La respuesta es sí. Porque, como dijo Aristóteles, “el hombre es un animal político”; porque somos sociales por naturaleza; porque desde pequeños aprendemos a resolver nuestras diferencias democráticamente; porque nos organizamos para cumplir objetivos dentro de las familias; porque llegamos a acuerdos para facilitar la vida en comunidad; porque vivimos en sociedades que se organizan y se regulan políticamente; porque participamos en los asuntos de “La Cosa Pública” en mayor o menor medida; porque, independientemente de nuestra opinión de la clase política, asumimos nuestra condición de ciudadanos; porque la razón nos empuja a una gran mayoría a buscar lo justo, lo virtuoso, lo libre; porque, independientemente de “la narrativa del momento”, el bien común es y seguirá siendo una aspiración colectiva.

Visto así, diríamos que la amabilidad es fundamental para lograr la victoria de la civilización; para borrar ese imaginario colectivo que nos divide en buenos y malos; para diluir la polarización manchada con pinceladas de resentimiento, descalificación y venganza; para ensanchar el lienzo en el que aún caben las ideas y los matices sin ingenuidades, los colores y las propuestas viables, las creaciones y las posibilidades de entendimiento.

Hoy que la polarización tóxica amenaza a varias democracias en el mundo, incluida la mexicana, debemos alzar nuestra voz ciudadana a favor de la amabilidad.

Esa amabilidad que desactiva el autoritarismo y el poder; que amplía los espacios del respeto, el diálogo, la confianza y la convivencia; que “le abre la puerta” al contraste y al debate serio sobre nuestras necesidades como sociedad; que nos permite encausar las mejores propuestas a la solución de las necesidades sociales; que, en suma, posibilita recuperar el valor real de la política en “La Cosa Pública”.

El Papa Francisco (QEPD) nos legó claridad y testimonio: “la amabilidad no es una estrategia diplomática, ni siquiera es un comportamiento formal a seguir… es un antídoto contra algunas patologías de nuestras sociedades: contra la crueldad, contra la ansiedad y la frenesí distraída que nos hacen concentrarnos en nosotros mismos y nos cierran a los demás”.

La despedida.

Querida “R.”: ¿cuándo fue la última vez que fuiste amable con alguien?

La firma.

Tu amigo: “El Discursero”.

P.D. En espera de una próxima carta, deshazte del sobre amarillo

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