El saludo. Querida “República”: ¿qué tan difícil es retener en la mente los errores de quienes conducen los destinos de “La Cosa Pública? ¿Somos siquiera conscientes de nuestra pérdida de memoria colectiva?
El mensaje.
En las últimas semanas, el oficialismo ha “apretado el botón” que activa las políticas del silencio, del olvido y la amnesia.
Sus entregables podemos decodificarlos en dos mensajes, tan simples como nocivos.
Uno: “Aquí no ha pasado nada”.
Dos: “borrón y cuenta nueva”.
Ejemplos sobran.
“No ha pasado nada” con la deuda del gobierno, misma que creció en más del 33% desde que llegó la 4T, negada una y otra vez por el expresidente López Obrador y que apenas la semana pasada la presidenta Sheinbaum tuvo que reconocer, afirmando que “hay un poquito más de deuda”; esa misma deuda derivada de cuantiosas pérdidas —ocurrencias y empresas públicas— que pagaremos muchas generaciones de mexicanas y mexicanos.
No pasó nada con el escándalo que debió significar que el jefe de la oficina del expresidente López Obrador haya sido señalado por el Departamento del Tesoro de nuestro “vecino del norte” como presunto lavador de dinero de los cárteles de la droga —incluido el “villano favorito” Genaro García Luna—. Hasta ahora, el nombramiento de Hugo López-Gatell en la OMS, la estridencia de “Lady Racista”, la detención del “hijo de la leyenda”, la gentrificación y el “fuego cruzado” con el expresidente Peña Nieto han servido como anzuelos para desmemoriarnos.
Tampoco “ha pasado nada” con el intento de silenciar, una y otra vez, las voces de ciudadanos críticos y periodistas incómodos al poder; como Karla Estrella o Héctor de Mauleón, recientemente.
“Borrón y cuenta nueva” para —ahora sí— acabar con el fentanilo y con el huachicol, abastecernos de medicinas, activar al AIFA, inaugurar Dos Bocas y salvar a Pemex; logros presumidos como tareas terminadas por el gobierno anterior.
La fórmula es apelar al olvido del pasado inmediato, por más reciente que este sea; “enterrando” todo aquello que más le duela al país y que contradiga la historia oficial que nos cuentan todos los días.
Pregúntate: ¿dónde queda la historia verdadera? ¿Dónde queda la realidad?
La despedida.
Querida “R.”: bien haríamos todos en esforzarnos cada día en recuperar parte de nuestra memoria colectiva. Pero tratándose de tu memoria —individual—, recuerda las palabras de Benjamin Franklin: “si no quieres perderte en el olvido, escribe cosas dignas de leerse, o haz cosas dignas de escribirse”.
La firma.
Tu amigo: “El Discursero”.
P.D. En espera de una próxima carta, deshazte del sobre amarillo.