El saludo
Querida “R”: ¿cuál ha sido tu error más memorable?, ¿recuerdas aquel del que más has aprendido? Bien harías en reflexionar al respecto.
Debo advertirte que “La Cosa Pública” no sabe convivir con el error; sus protagonistas —actores políticos y ciudadanos— nos hemos empeñado en ocultarlo, en evadirlo, en traspasarlo y estigmatizarlo; en todo, menos en reconocerlo.
El mensaje.
Desde muy temprana edad aprenderás que errar es de humanos; que el error es común a todos y también atemporal; que hay distintos tipos de errores —asociados a distintas causalidades voluntarias e involuntarias— y, consecuentemente, distintos grados de repercusiones. Sin embargo, pocas veces te enseñarán sobre lo importante que es aprender a convivir con él.
Los errores para “La Cosa Pública” son motivo de escándalo, de morbo y de señalamiento; pero también son ocasión de reflectores, “vistas” y posicionamiento.
La lista es interminable: matanzas, “elefantes blancos”, quebrantos de la hacienda pública, fraudes electorales, accidentes y muertes evitables, corrupción, uso faccioso del poder, desprecio a las minorías, colusión con el crimen organizado, militarización, ecocidios, polarización.
Más allá de colores partidistas, en cada administración pululan errores evitables derivados de la falta de planeación, previsión y solvencia técnica; la falta de transparencia y escrutinio público; la falta de voluntad política, el perjuicio moral e, incluso, el dolo.
Lo que sí florece es el ingrediente político como el “mejor sazón” de la justificación: errores criminales presentados como “errores políticos” y criminales reivindicados —premiados— como “candidatos” conforman el “menú del día” cada tres o seis años.
La solución luce, lo mismo, distante y complicada. Debemos sanar “La Cosa Pública” desde la raíz. Por supuesto, visibilizando los errores y castigándolos mediante nuestro voto libre; por supuesto, generando incentivos y mecanismos para evitarlos; pero también, incorporando el error como una materia fundamental de nuestra “escuela cívica”: reconocer el error, trabajar en el error, aprender del error y evitar entramparnos en él.
Lo cierto, querida “R”, es que en el camino de tu formación ciudadana y de tu vida misma aprenderás que el error es necesario en nuestras vidas; no sólo porque somos proclives a cometerlo, sino porque el error forma parte de nuestra búsqueda permanente de la verdad. Bien lo señala Maurice Maeterlinck: “cada vez que cometo un error me parece descubrir una verdad que no conocía”.
Lejos de desanimarte, te invito a que tengas presente algo fundamental: el buen juicio viene de la experiencia y la experiencia proviene, precisamente, del mal juicio, del error. Así que no tengas miedo a equivocarte; y, cuando lo hagas, enfréntalo, reconócelo y comunícalo de inmediato para dar paso al aprendizaje y a las soluciones.
La despedida.
Querida “R”: permite que los errores agiten tu vida, pero no te estaciones en ellos. Forma tu buen juicio con honestidad, responsabilidad y valentía, señalando y cuestionando los errores de “La Cosa Pública”, para mejorarla.
La firma
Tu amigo “El Discursero”
P.D. En espera de una próxima carta, deshazte del sobre amarillo.