El saludo.
Querida “República”: ¿estamos a salvo del autoritarismo?, ¿cómo se reconoce el exceso o abuso de autoridad por parte de un sistema político?, ¿qué tan lejos o cerca estamos de cruzar el umbral donde se limitan los derechos políticos y las libertades civiles?
El mensaje.
La historia nos ha enseñado que, sin importar ideologías políticas, debemos rechazar cualquier forma de poder absoluto.
Vale la pena recordarlo en estos momentos en los que, a nivel global, somos “testigos silenciosos” del regreso a formas de gobierno autoritarias; de “líderes” que polarizan, que señalan a sus “enemigos”, que dividen a la población y buscan gobernar sin oposición.
¿Cuál es el patrón común detrás de lo que está ocurriendo —toda proporción guardada— en países como Rusia, China, Estados Unidos, Venezuela, Nicaragua, El Salvador, Argentina o México? El debilitamiento de su vida democrática.
Analizando más a fondo a sus actuales mandatarios, advertiremos que sus formas de llegar al poder, o mantenerse en él, no son tan disímbolas: elecciones de Estado, sucesiones adelantadas, actos anticipados de campaña, polarización, uso del miedo como herramienta de control, coacción del voto, clientelismo político, creación de ambientes artificiales de prosperidad, incremento del gasto público en año electoral, recursos de procedencia ilícita, compra de votos y, en algunos casos, “victorias aplastantes”.
Una vez instalados en el cargo, se revelan paralelismos aún mayores. Su agenda apunta a centralizar todo el poder vía un autoritarismo “ruidoso o silencioso” que abarca la eliminación de la división de poderes, la demolición de las instituciones democráticas, el control del aparato electoral, la eliminación de los organismos autónomos, la supresión de mecanismos de transparencia y rendición de cuentas, la eliminación de fuentes estadísticas confiables, el control del Poder Legislativo, el control del Poder Judicial, la militarización de la seguridad y de la vida pública, la cerrazón al diálogo, la represión de críticos y opositores, el adoctrinamiento “cultural” y la anulación de las voces a favor de los Derechos Humanos; todas: prácticas de gobiernos esencialmente autoritarios.
Bien haremos en releer a George Orwell para entender que la “rebelión en cada granja” es resultado de nuestra condición humana, susceptible de ser corrompida.
La despedida.
Querida “R.”: la amenaza es latente. Abre bien los ojos y observa todo lo que está sucediendo a tu alrededor; sin importar tu ideología política reconocerás que el autoritarismo, en todas sus formas y manifestaciones, perjudica nuestra vida en sociedad.
La firma.
Tu amigo: “El Discursero”.
P.D. En espera de una próxima carta, deshazte del sobre amarillo.