La semana pasada recordamos canciones románticas clásicas del rock, y en esta ocasión hablaremos de un tema muy ligado, se trata de la infidelidad, y si de “cuernos” se trata, sabemos que aunque al diablo lo pinten rojito con la coletita parada, no siempre es así, pues la barbarie del ser humano y su poca “aburrigamia” nos llega disfrazada de muchas maneras, y qué mejor ilustración que una buena rola.
Para comenzar la lista de las malas intenciones y pensando en los tropiezos que toman forma de pestañas largas y boquitas pintadas, llega a mi memoria, la desgarradora “Hey Joe”, de Jimi Hendrix, que retrata una historia de rabia y venganza en la que un hombre asesina a su mujer luego de encontrarla con otro, letra que resulta sencilla pero directa, acompañada del llanto de la lira de Hendrix.
Otro de los temas infaltables en este recuento es “Lyin’ Eyes”, de Eagles, que a modo de un ‘sugar daddy’, cuenta el drama de una mujer infiel que corre a los brazos de un señorón adinerado, creyendo que su pareja no lo sabe. Sin embargo, el pobre cornudo sufre en silencio por conocer las verdaderas razones —billetes y regalos que él no podía darle—. “Tus ojos no pueden esconder la mentira”, se escucha a ritmo.
A propósito de este tema, no pueden faltar las páginas de la historia musical, en donde cuenta la leyenda urbana que Mick Jagger se encontró al camaleónico David Bowie con “Angie” al arribar a su casa, hecho que inspiró el tema del mismo nombre, escrito por Jagger y Keith Richards.
Las palabras “Mentir, engañar, herir es todo lo que pareces hacer...” es el reproche que se escucha junto al órgano de Led Zeppelin en “Your time is gonna come”, que no es más que la queja de un marido hacia su mujer, quien se acuesta con cualquiera que se le atraviese.
Otra historia llena de rabia y celos, propias de amante despechada fue “You oughta know”, de Alanis Morrissette, en donde le canta al hombre que le prometió dejar a su mujer y que finalmente nunca le cumplió.
Como siempre, me quedo con un chorro de letras y canciones por plasmar, pero el espacio es breve y me limito a desear que quien me lee no tenga que entonar estas letras para cantar su despecho, ¡hasta la próxima!