“¿Ustedes qué proponen?”
La pregunta de Claudia Sheinbaum, tras el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Alberto Manzo Rodríguez, se volvió símbolo de un poder que ha perdido el rumbo.
Manzo había pedido ayuda al menos cuatro veces al gobierno federal. Denunció amenazas y solicitó protección. Nadie respondió.
Lo mataron por la espalda, durante un acto público.
Ni la presidenta ni Omar García Harfuch, su secretario de Seguridad, se han presentado en Uruapan. En política, las ausencias pesan más que los discursos.
El crimen desató marchas en Michoacán y una convocatoria nacional impulsada por jóvenes de la Generación Z, que preparan la primera gran protesta contra la inseguridad del nuevo sexenio. Son jóvenes que crecieron escuchando promesas de paz, y hoy viven bajo el miedo.
Mientras tanto, la violencia se expande.
En Chiapas, Guerrero, Veracruz, Tabasco, Morelos, Zacatecas y Sonora, los homicidios siguen al alza. Según el INEGI, hubo más de 15 mil asesinatos en el primer semestre de 2024, con una tasa de 46 por cada 100 mil hombres.
Cifras de guerra, no de gobierno civil.
La presidenta enfrenta su primera crisis de legitimidad. La seguridad es el termómetro moral de todo gobierno: cuando un alcalde muere pidiendo ayuda, el Estado pierde autoridad.
Y cuando el gobierno pregunta a los ciudadanos qué hacer, lo que revela es que ya no sabe gobernar.
Desde el asesinato de Colosio, México no había vivido una fractura tan profunda entre Estado y confianza pública. Aquella vez cayó una figura; hoy tambalea una estructura entera.
No es un problema de comunicación, sino de mando.
A ello se suma la percepción de que “manda Andrés Manuel desde Palenque”. Si el expresidente sigue marcando la agenda, Sheinbaum corre el riesgo de ser vista como una administradora del poder ajeno. En política, la dependencia también es una forma de debilidad.
Morena atraviesa su peor momento desde 2018.
Los alcaldes asesinados, la colusión criminal en procesos locales y la pasividad institucional forman un triángulo mortal.
La oposición tiene una oportunidad, pero no una garantía: si no ofrece liderazgo ni soluciones, el descontento se disolverá en frustración.
México no exige milagros, exige autoridad.
Y autoridad no es gritar más fuerte, sino imponer orden con legitimidad y resultados.
Porque cuando un gobierno pregunta lo que debería responder,
es que ya perdió el control.
X e Instagram: @PedroPabloTR

