Habilidoso como es, retórico, hablante y bueno para hacer grupos —o desbaratarlos—, Ricardo Anaya Cortés pretende ser el nuevo presidente nacional del PAN.
Anaya, acostumbrado a tener padrinos poderosos —recordemos su posición prominente como particular del ex gobernador Francisco Garrido o como vocero de Josefina Vázquez—, hoy representa la imposición de Gustavo Madero en la silla presidencial panista, a partir del 16 de agosto.
A todas luces, es evidente que Madero —electoralmente uno de los presidentes panistas con peores resultados— quiere que Anaya lo suceda.
¿Pero qué quiere? ¿Qué pretende o intenta Ricardo Anaya? ¿Qué hay detrás de esas gafas sin aros, de esa son-risa maliciosa de niño aplicado?
Anaya busca concentrar el poder, ejercerlo en favor de sus intereses personales.
Ricardo Anaya quiere ser presidente del partido, senador y candidato presidencial en 2018.
Hay una gran oportunidad para la oposición en las siguientes elecciones federales. Y eso lo tiene clarísimo Anaya.
Enrique Peña nieto pasa por uno de sus momentos más críticos. Su popularidad vive su nivel más bajo. El presidente sufre una crisis de liderazgo.
Hay un evidente malestar entre los mexicanos.
Hay algunos avances, algunas reformas caminan, pero la economía no mejora. La gente no siente en su bolsillo el suficiente dinero para mantener el nivel de vida de hace unos meses.
Esta es la coyuntura para el arribo del Ricardo Anaya de “los discursos certeros” que embelesarán al auditorio.
Anaya, El Cerillo, como le dicen en Querétaro, puede ser el próximo presidente nacional del PAN, pese a los señalamientos de su contrincante Javier Corral, quien lo acusa de usar recursos del partido y de la Cámara de Diputados para patrocinar su campaña.
La maquinaria maderista está en favor de Anaya, y de ganar, se recompondría el “mapa político” nacional y el queretano.
Porque Ricardo Anaya no está acostumbrado a compartir el poder. Recordemos sus últimas responsabilidades aquí.
Fue el gran confesor y el hombre de confianza de Paco Garrido.
Anaya manejaba —de manera discrecional— el programa social del gobierno: El Pac-Urbano: Un fallido modelo electorero de asistencia social que ejerció unos 10 mil millones de pesos.
En las crisis más fuertes de Garrido, Anaya era el único que tenía acceso directo con Paco.
Ni Alfredo Botello ni Miguel Ángel Vichique —los yunquista del gabinete— tenían derecho de “picaporte” al recinto privado o viajes de Garrido.
Hoy la recomposición de Anaya y su equipo está cercana, y Anaya hará sentir su presencia y poder en el gobierno de Pancho Dominguez.
¿Caminarán juntos, si no lo hicieron en la campaña?
Ricardo Anaya no le contestaba el teléfono ni el whatsapp a Pancho, y ahora parece será su líder nacional.
Esta relación con su partido será otro reto para Domínguez.
Porque tanto uno como otro, aún sin un día de ejercicio, se sienten con “gran futuro político”.
Periodista.
@PedroPabloTR