Casi todos son miembros de esa clase media que empuja al país. Pagan impuestos, formaron o capitanean una empresa, que ha tenido buenas y malas, pero sigue generando empleos y oportunidades. Son emprendedores o profesionistas consolidados.

Sus hijos se preparan, quieren continuar el legado. Hablan dos idiomas, fueron a educarse al extranjero y muchos inician una familia, o un negocio.

Sus padres se forjaron en la cultura del esfuerzo. Sufrieron la terrible corrupción del PRI, y en el 2000 decidieron votar por el cambio, y sentaron a Fox en Los Pinos.

Hace 24 años (cuatro sexenios exactos), se sentía una emoción plena por construir la transición. Los vientos de cambio golpeaban en la cara a los priistas y sus excesos. La sociedad estaba harta de décadas de corporativismo y abuso del poder. El enojo permeaba en las clases sociales.

El 64% del padrón salió a votar. Fox acumuló 16 millones de votos y Francisco Labastida 13.5 millones.

Hoy no veo lo mismo. La oposición al gobierno de Andrés Manuel López Obrador se centra en las clases medias. Se sienten ofendidos, aunque a muchos no les ha ido (económicamente) tan mal, y menos saben explicar a detalle un enojo; que se limita a las injurias y en la torpe costumbre (simplona) de creerse todo lo que leen.

En la base de la pirámide, donde están los 20 millones de familias que reciben apoyos federales (que antes, no tenían en su cuenta bancaria), se encuentra ese voto duro de Morena, que no se moverá, pese a la pésima estrategia de seguridad y salud.

Hay otra parte progresista, donde hay empresarios, intelectuales y profesionistas de prestigio, que no vieron crecer a Xóchitl Gálvez y que nunca los convenció, más allá de sólo votar (visceralmente) en contra del Presidente.

Ellos consideran que Claudia es una investigadora que se desligará de los caprichos presidenciales y que hará un gobierno equilibrado. Una apuesta de riesgo.

Tendrán un voto cruzado. Lo harán por Claudia y por los senadores y diputados opositores a ella. Buscan generar equilibrio en las cámaras, y lo lograrán. Si en 2018 el tsunami de Andrés Manuel no logró la mayoría absoluta, no lo hará hoy Sheinbaum.

Aunque duela, habrá de reconocerse que la ocurrencia que llevó a Xóchitl Gálvez a la candidatura para la Presidencia fue un accidente político, no capacidad.

Había en la oposición mejores cuadros, aunque menos simpáticos. La señora “X” cometió graves errores de estrategia, que reparó demasiado tarde. Hoy pareciera que, para dolor de muchos, no le alcanza para rebasar.

Emoción opositora hay, lo que no hubo fue candidata a la altura de una sociedad que quiere sacar al Presidente de Palacio Nacional.

La mitad de las casas encuestadoras que operan en el país, deben cerrar el 3 de junio. La diferencia entre sus resultados es insultante.

Las más serias son las ligadas a medios impresos de prestigio e historia. EL UNIVERSAL dice que ganará Claudia por 20 puntos, y Reforma ayer, da la victoria a la morenista por los mismos 20 puntos.

No veo esa candidata opositora con las cualidades que me presumen. No veo esa emoción permeada en todas las capas sociales. No veo ese milagro que me dibujan y reclaman.

Quisiera estar equivocado. También soy (históricamente) opositor.

Google News