Cuando Gilberto Herrera Ruiz (un doctor en Ingeniería por la Academia de las Ciencias de Hungría, hoy activista de la izquierda radical) fue rector de la Universidad Autónoma de Querétaro en 2012-2015, ordenó la construcción de un edificio que luego tuvieron que demoler.
Puso una hélice en el campus para generar energía, que terminó amarrada (no funcionó). Y no le pagó a la CEA 80 millones de pesos por consumo de agua.
Como senador de la República (29 de agosto de 2018 a 31 de agosto 2021) el Sistema de Información Legislativa (SIL) dice que presentó cuatro iniciativas, dos fueron desechadas. Ninguna alcanzó mínimo nivel de debate.
Llegó pluri, beneficiado por ser primer minoría. Lo venció en campaña Mauricio Kuri con una diferencia mayor a 34 mil votos.
El mismo SIL registra oficialmente que en mil 098 días como senador (con sueldo mensual de 105 mil peos), sólo una vez subió a tribuna. Sumando las prerrogativas, se calcula que Herrera Ruiz (o cualquier senador), podría haber tenido ingresos superiores a 4 millones de pesos (mdp) mensuales.
En la Cámara Alta su paso fue intrascendente, en productividad. Usó el fuero para organizar conferencias de prensa, que ideologizaban los problemas en Querétaro.
El 1 de septiembre de 2024 saltó a la Cámara de Diputados. Tiene un sueldo de 90 mil pesos. Pero con prerrogativas (empleados, equipo, asesores y viajes) le entregan, más de 1.5 mdp al año.
El SIL documenta que presentó 2 iniciativas en abril pasado. Una para intentar regular Tecnologías Emergentes y otra para modificar la Ley de Desarrollo Forestal. Ambas duermen en comisiones.
Como legislador federal, sus 284 días tampoco son para presumir. Está muy lejos de figurar como un actor relevante o un ponente destacado.
Si sumamos el sueldo que ganó en sus 36 meses como senador y los casi 9 que lleva como diputado federal, Gilberto cobró ya 4 millones 635 mil pesos (falta sumarle las prerrogativas). Para un legislador gris e improductivo en el debate de altura, los millones de pesos (depositados) son una beca.
Una beca lo suficientemente cómoda para vivir del presupuesto federal, acostado en una hamaca serrana, mecida por su narrativa manipuladora.
Su pensamiento es dicotómico. Sólo hay: blanco o negro. Amigos o enemigos. No hay términos medios. Es narcisistas. Tiene la necesidad constante de admiración, grandiosidad y sensación de ser el único.
Se apropia del discurso del “pueblo” para legitimarse, aunque no trabaja por su desarrollo real. Utiliza las carencias y la ignorancia como mecanismo de control y movilización emocional.
Es un populista clientelar. Basa su relación entre líder y masa, en dádivas, no en derechos. Así los pobres, no son sujetos de cambio, sino combustible político.
Gilberto no aportó (documentalmente) nada a la UAQ. Ni en el Senado, ni hoy en la Cámara de Diputados.
La marca, le dio una beca, a costa de los ciudadanos. Es un porro, le dijo el alcalde de Corregidora, Chepe Guerrero.
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