Hoy somos una sociedad frágil, mucho más vulnerable que hace 500 años.
A pesar de que tenemos tecnologías de comunicación pareciera que estamos incomunicados. Coexisten infinidad de conflictos humanos, al interior de las organizaciones, escuelas, familias.
Tenemos grandes contradicciones que nos colocan en la incertidumbre de lo diario, en lo drástico del futuro, en lo que no podemos entender.
Vivimos al día, con la urgencia de la amenaza climática, la violencia desbordada en sociedades corrompidas por la deshonestidad y la mala acción provocada por el enemigo público número uno que es el miedo.
Y es que el sentimiento que puede matar al hombre más rápido es la incertidumbre; el miedo a lo desconocido.
La neurosis colectiva está generando ciudadanos estresados y enfermos crónicos desde edades tempranas. Me ha sorprendido ver estudiantes de primaria con gastritis y colitis nerviosa.
Nos urge formar ciudadanos educados en el arte de vivir, más conscientes con el otro. Este país requiere líderes y formadores de carácter; personas… verdaderos seres humanos.
Porque escuchamos muchas quejas, abundan las culpas hacia el prójimo y más si éste tiene poder político o económico, pero hay pocos responsables de hacer que las cosas sucedan desde el ámbito privado.
Las redes sociales dejan ver ciudadanos enojados, con altos niveles de frustración, con desesperanza y sobre todo, con miedo, aunque tenemos algo a nuestro favor: nos seguimos riendo de la vida y la desgracia.
En la Encuesta Mundial de la Felicidad (World Happiness Report 2017), realizada por Gallup para las Naciones Unidas, se midieron variables como:
Salud y esperanza de vida.
Sentimientos positivos.
Libertad para tomar decisiones.
Generosidad y solidaridad.
Confianza en sus gobiernos.
Ingreso percápita.
Todo esto en la percepción de ciudadanos de 155 países, mide la capacidad que tiene el ser humano de afrontar positivamente su realidad frente al episodio social, económico y político que tienen frente a sí.
Y, México ocupa el lugar 25.
Los países más felices son Noruega, Dinamarca, Islandia, Suiza, Finlandia, Países Bajos, Canadá, Nueva Zelanda, Australia y Suecia.
Los más infelices: Siria, Tanzania, Burundi y República Central Africana.
Podríamos festejar como uno de los países más felices del mundo, sin embargo, los estudios de opinión en México apuntan hacia un pesimismo cada vez más exacerbado.
No es casualidad que los países más felices estén en el norte de Europa y que coincida con las mejores posiciones de la educación en el mundo.
Platón decía que el ciudadano educado era aquél que se formaba en cuerpo, mente y alma. Para el cuerpo los griegos desarrollaron los juegos olímpicos, para la mente la filosofía y para el alma, el arte y la religión. Estos eran los privilegiados que podían tomar las decisiones del destino de las polis griegas y quienes eran dignos de ser elegidos gobernantes.
Hoy necesitamos esa educación integral y celebro que el Nuevo Modelo Educativo considere el concepto “felicidad”, como un factor a desarrollar dentro del ámbito psicoemocional de formación del educando y se establezca un ciudadano modelo a formar.
Si no tomamos consciencia de esto cada vez iremos viendo más delincuencia organizada, violencia intrafamilar y social inmediata (hoy cada vez hay más ciudadanos que se lastiman por un simple accidente de tránsito), corrupción, deterioro del medio ambiente y todas esas actitudes que nos están matando cada día, poco a poco.
Si nos apuramos en tomar consciencia del tamaño del reto de la sustentabilidad social, el ciudadano modelo debe tener como visión formativa la adquisición de competencias suaves (softskills) como prioridad.
Debemos ser formadores de carácter, de ciudadanos organizados, disciplinados, justos, socialmente conscientes del otro y del medio ambiente, con capacidad de resolución de conflictos, motivados.
La solución a los grandes problemas nacionales no se encuentra en las altas esferas de la burocracia, sino, como lo decía Michel Foucault, en la Microfísica del poder, esa que se encuentra en la voluntad de cambio del individuo, en el soporte que dan los pequeños grupos sociales con sus culturas que se van haciendo buenas costumbres y que influyen a quienes creen en ellos.
En 2011 el Primer Ministro del Reino de Bután anunciaba al mundo que su Plan Nacional de Desarrollo era orientado en función a la felicidad de sus ciudadanos y tiene sus antecedentes en 1972 con un modelo de medición llamado Felicidad Nacional Bruta que entre otros indicadores mide el uso del tiempo, la vitalidad de la comunidad y el bienestar psicológico.
Desde 2005 se han realizado muchas investigaciones y estudios comparativos sobre la felicidad por parte de universidades y organizaciones al grado tal que la Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal, registra en la actualidad más de 20 mil artículos publicados y la disciplina que lo estudia se llama Psicología Positiva.
Conclusión: el medio más directo hacia la sustentabilidad social, es el tránsito hacia una sociedad basada en el otro, en la concientización hacia lo humano, hacia lo suave y sutil de la conducta humana, formando ciudadanos sanos, inteligentes y con actitud.
¿Qué podemos hacer desde la escuela?
¿Cómo podemos ayudar desde casa?
Hoy la felicidad es un asunto de sustentabilidad humana y calidad de vida. Y es necesario verla como un tema esencial y no superficial o de segunda prioridad. Si no, ¿qué sentido tendría la vida?