Cuando creíamos que ya lo habíamos visto todo en este gobierno de retrocesos, la realidad nos recuerda que con la 4T siempre se puede estar peor. México, un país que había logrado erradicar hace más de tres décadas una de las plagas más peligrosas para la ganadería —el gusano barrenador—, hoy enfrenta su resurgimiento, no por una catástrofe natural, ni por una guerra, ni por un descuido aislado, sino por algo mucho más devastador: la incompetencia de un gobierno que decidió gobernar con ocurrencias, con ideología y con recortes, en lugar de técnica, ciencia y responsabilidad.

El gusano barrenador no es una plaga cualquiera. Es la larva de una mosca que deposita sus huevos en heridas abiertas del ganado y que literalmente se come vivo al animal. Produce infecciones graves, sufrimiento animal, pérdidas económicas colosales y pone en riesgo la salud del hato ganadero nacional. México fue ejemplo mundial al erradicarlo en 1991. Fue un triunfo de la sanidad agropecuaria nacional, respaldado por décadas de inversión pública, protocolos binacionales con Estados Unidos y una estrategia sostenida basada en evidencia científica. Hoy, ese triunfo ha sido tirado a la basura.

¿Por qué reapareció esta plaga? Porque se dejaron de hacer cosas que funcionaban. Porque Morena recortó de manera criminal el presupuesto del Senasica, el organismo responsable de la vigilancia sanitaria del campo. En 2018, tenía un presupuesto de 6,882 millones de pesos. Para 2022, ya solo contaba con 5,042 millones. Una caída del 26% en términos nominales, que se convierte en un desplome del 43% si consideramos la inflación. ¿Qué significa esto en la vida real? Que se suspendieron monitoreos, que no se liberaron suficientes moscas estériles, que no se atendieron las alertas tempranas y que, una vez más, se gobernó como si los problemas desaparecieran con discursos.

Pero no sólo es una cuestión de dinero, también es una cuestión de desprecio por lo técnico. Se desmantelaron instituciones, se cerró la Financiera Rural, se diluyeron programas de asistencia técnica y se reemplazaron a especialistas por perfiles políticos que no saben distinguir un hato de un mito. ¿El resultado? Hoy sólo el 3% de las unidades de producción agropecuaria en México recibe asistencia técnica, según el propio INEGI. Sí, 3%. En Brasil la cifra ronda el 20%, en Chile supera el 30% y en Colombia oscila entre el 15% y el 25%. Estamos a la cola de América Latina en un tema que define la salud y la competitividad del campo.

Y eso no es todo. Cuando la plaga fue detectada en el sureste del país, el gobierno federal decidió ocultarlo, minimizarlo, postergarlo. No hubo una estrategia inmediata ni una declaratoria nacional. Se dejó que avanzara. Se esperó a que Estados Unidos suspendiera las exportaciones de ganado de ciertas zonas antes de reaccionar. Hoy, el comercio de ganado en pie está en riesgo.

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