México, un país donde la ineficiencia gubernamental parece florecer sin límites. A medida que avanzamos en el tiempo, uno podría esperar que las lecciones aprendidas de una pandemia mundial nos hubieran permitido mejorar nuestra respuesta ante crisis similares en el futuro. Sin embargo, el triste estado de la salud pública en México, reflejado en la gestión de la vacunación contra el Covid-19, sugiere que estamos atrapados en un ciclo de negligencia y, tal vez, motivaciones ocultas.
Cuando escuchamos que en octubre de 2023, la Cofepris finalmente comenzó el proceso para permitir que los laboratorios soliciten permisos para comercializar vacunas contra el Covid-19, es difícil no sentir una mezcla de incredulidad y frustración. ¿Cómo es posible que México, un país que aspira a ser de primer mundo, haya tardado casi tres años en dar este paso fundamental?
Mientras el mundo avanzaba hacia la vacunación masiva en 2020, México se quedaba atrás, con una burocracia que parecía estar en una dimensión paralela. Esto plantea preguntas profundas sobre la eficiencia y la prioridad que nuestro gobierno otorga a la salud pública. ¿Acaso la vida y el bienestar de los mexicanos no merecen un tratamiento más urgente y eficaz?
Lo que es aún más preocupante es el aparente sesgo ideológico en relación con las vacunas. La Cofepris ha demostrado ser indulgente con las vacunas de origen chino, cubano y ruso; mientras que ha aplicado criterios más exigentes a las vacunas desarrolladas por farmacéuticas de otros países como Estados Unidos o Europa. Esta disparidad en el trato levanta serias dudas sobre la imparcialidad del proceso regulatorio. ¿Estamos viendo una influencia política o ideológica en lugar de una toma de decisiones basada en la ciencia y la salud pública?
La falta de transparencia en la adquisición y el costo de las vacunas sólo agrega combustible al fuego de la desconfianza. Los ciudadanos tienen el derecho de saber cómo se gastan sus impuestos y de asegurarse de que estos recursos se utilicen de manera eficiente y responsable.
La política de vacunación en México ha sido errática y confusa en el mejor de los casos. La vacuna china Cansino, que se promocionó inicialmente como una opción de una sola dosis, resultó ser una de dos dosis, lo que provocó confusión generalizada. Esta falta de claridad sólo ha contribuido a la falta de confianza en el proceso de vacunación y ha dejado a la población preguntándose si el gobierno está realmente preparado para abordar una crisis de salud de esta magnitud.
Las consecuencias de esta política y el retraso en la comercialización de las vacunas son devastadoras. En un país donde entre 55 y 100 millones de personas se enfermaron de Covid-19 y donde el número de muertos se acercó a los 800 mil, cada día de retraso tiene un costo humano inaceptable. ¿Cuántas vidas podrían haberse salvado si se hubiera actuado con mayor rapidez y eficacia?