Paul Ospital Carrera

El espejo de la economía

Si el Buen Fin nació como un impulso al gasto, hoy podría ser un examen de confianza colectiva

En México, los indicadores económicos suelen leerse en las planas de economía o en los informes del Banco de México: cifras de crecimiento trimestral, niveles de inflación, tasas de referencia, inversión o confianza del consumidor. Pero para la mayoría de los ciudadanos, esos números son abstracciones, digeribles sólo para economistas o analistas. Lo que se palpa es otra cosa: cuánto alcanza el dinero, si se puede llenar el carrito del súper sin remordimientos, si da para pagar la renta, ahorrar un poco y darse algún gusto ocasional. Por eso, más allá de los reportes técnicos, el Buen Fin 2025 será un termómetro muy certero de cómo está la economía mexicana, un espejo donde se reflejan, sin necesidad de gráficos, los estados de ánimo y los miedos del bolsillo.

Después de varios trimestres con señales de enfriamiento económico, con una desaceleración más persistente de lo esperado y una inflación que, aunque contenida, sigue presionando a las familias, los ojos estarán puestos en cómo se comporta el consumo durante estos días. Si el Buen Fin nació como un impulso al gasto y a la actividad comercial, hoy podría convertirse en un examen de confianza colectiva: si las ventas suben, se interpretará que aún existe ánimo, crédito y expectativas de estabilidad; si caen, será el reflejo de una etapa de cautela, donde el peso emocional de la incertidumbre supera al deseo de aprovechar descuentos.

El consumo privado ha sido durante años el motor silencioso que mantiene a flote la economía nacional, atrás quedaron los años de megaproyectos de infraestructura en todo el país, atrás quedó la inversión gubernamental para dinamizar el comercio, y cada vez son menos las inversiones privadas que se inyectan en nuevos emprendimientos.

Pero, todo tiene un límite, y el gasto de consumo parece estar cambiando con la percepción de la población, cuando las personas se sienten más inseguras laboralmente o temen que la inflación vuelva a repuntar, el impulso de comprar se apaga. Ya no se renueva el refrigerador, aunque falle un poco, ni se cambian los neumáticos hasta que es indispensable. Lo mismo ocurre con los regalos, los viajes o los pequeños placeres: la prudencia toma el control. En esos gestos cotidianos, acumulados por millones de familias, se define la temperatura real del ciclo económico más que en los grandes indicadores.

El Buen Fin es una especie de ritual colectivo que abre la temporada navideña. Su éxito o fracaso no depende sólo de las promociones o de la mercadotecnia, sino de la confianza que cada hogar tenga en su futuro económico inmediato. Por eso, observar las filas en los centros comerciales, el movimiento en las tiendas en línea, el tráfico de las aplicaciones bancarias o la intensidad de las compras a meses sin intereses será casi como leer el pulso del país. En un entorno donde ya se habla con cautela de “posible recesión técnica”, la contención o entusiasmo de los consumidores revelará mucho más que cualquier boletín económico.

En tiempos de incertidumbre, el ciudadano promedio actúa con una mezcla de realismo y autodefensa. Sabe que enero llega con sus cuentas y sus deudas, que las tasas de interés, aun cuando se estabilicen, siguen altas, y que los precios rara vez bajan.

Te recomendamos