Si en apenas unos meses del nuevo gobierno ya se descubrió un desfalco de 13 mil millones de pesos en Birmex, bajo la administración de Claudia Sheinbaum, la pregunta es inevitable: ¿cuánto se desvió durante el sexenio completo de Andrés Manuel López Obrador, cuando nadie se atrevía a cuestionar nada y la opacidad era política de Estado? La magnitud del escándalo en Birmex —la empresa que debía garantizar el abasto de medicamentos— no sólo pone en evidencia la corrupción estructural dentro del sistema de salud pública, sino que exhibe, de forma brutal, el fracaso del proyecto más ideológico y propagandístico de la 4T: su cruzada moral por los pobres. No hay moral ni cruzada que aguante una auditoría seria.
Lo más revelador es que, pese al discurso de continuidad, las decisiones recientes implican un viraje de 180 grados. Claudia Sheinbaum no ha dicho, ni dirá, que el modelo de salud de AMLO fue un desastre, pero los hechos hablan: cambió al director de Birmex, despidió a su equipo, anuló la compra consolidada de medicamentos que había sido presentada como el gran avance de la centralización, y anunció un rediseño completo del sistema de distribución. Lo mismo ocurre con la famosa Megafarmacia del Bienestar, ese elefante blanco inaugurado con bombo y platillo por López Obrador: no se va a cerrar, pero será reconfigurada por completo, digitalizada, descentralizada y relegada a un papel de reserva de emergencia. En política, los discursos callan lo que las decisiones gritan.
Y mientras tanto, la tragedia cotidiana continúa. El desabasto de medicamentos en México no es sólo una cifra: es el cáncer sin tratamiento de un niño, es el dolor crónico sin analgésicos de un adulto mayor, es la madre que busca desesperadamente insulina para su hija diabética. Más de 7 millones de recetas no surtidas en 2023 son la prueba brutal de que el sistema colapsó. El sueño de una salud gratuita y universal se convirtió en una pesadilla de puertas cerradas, farmacias vacías y burocracia inhumana. Lo más indignante es que esa crisis no fue un accidente: fue el resultado de decisiones ideológicas, de la destrucción del Seguro Popular sin una alternativa funcional, de la soberbia de pensar que el gobierno podía comprar, almacenar y distribuir todos los medicamentos del país desde un escritorio en Palacio Nacional.
Ahora que se empiezan a descubrir los desfalcos, la narrativa oficial cambia: ya no se trata de defender el modelo, sino de limpiarlo. Pero el daño está hecho. La corrupción que se prometió erradicar creció en silencio, amparada por la confianza ciega que el obradorismo impuso como única doctrina. Si Sheinbaum realmente quiere corregir el rumbo, tendrá que reconocer que la raíz del problema no está solo en Birmex, sino en la lógica centralista, opaca y vertical que heredó de su antecesor.