Años han pasado ya, te sientes distinta, ajena pero siempre te levantas con la firme convicción de que solo basta con verte al espejo y reconocerte como la gran mujer que eres. Sientes tanta incongruencia en ti; tu mente te atormenta con conversaciones que solo te castigan y hacen daño pero ahora, lo haces consciente y al darte cuenta, te exiges cambiar esos pensamientos porque tú no eres lo que piensas, sin embargo, lo piensas y entonces te conviertes en eso. Vives sumergida en un juego mental en donde tu ser trata de vencer a la mente, de callarla y quizá logre hacerlo; aveces sí y aveces no. Te vuelves loca porque no entiendes cómo te has desprendido de ti, de quien eras y aún así todos los días debes levantarte y colocarte una sonrisa porque tienes que resolver tu vida y pretender que todo está bien. Te conviertes en la mejor actriz porque conoces bien tu papel porque durante mucho tiempo solías ser tú. Ahora, la diferencia es que día con día actúas ser tú como siempre y solo tú sabes lo que duele convencerte que sigues siendo la misma. Días mejores que otros donde la interpretación de ti misma fluye, otros más complicados donde no eres capaz de ver la cara de nadie porque no quieres que descubran en lo que te has convertido. Un puñado de dolor.
Convencida de que algún día todo pasará continúas haciendo, cumpliendo con tus responsabilidades, mientras poco a poco con el paso de días, de los meses y de los años se va agotando la energía y la tristeza es profunda al grado de sentirla en tus brazos, en tus manos, en tus piernas, en tu cabeza pero sobretodo en tu corazón.
Sientes un necesidad de cariño, de abrazos pero te encuentras sola y llega un punto que te derrumbas, que no es tu mente la que te detiene es tu cuerpo el que te grita ¡basta! ¡ya ha pasado mucho tiempo! ¡ya no puedo más! Y te sientes enferma y es que en realidad ¡estás enferma! Te cuesta aceptar que no es nada físico, porque todo esta bien, pero no te sientes sana, ni radiante y sobretodo es el cuerpo el que duele porque insistes en no aceptar que lo que te duele es el alma, te cuesta aceptar que tus pensamientos te agotan y te juegan malas pasadas. Y entonces, necesitas ayuda porque ya no te quedan fuerzas para continuar por ti misma.
Pocos, muy pocos entenderán y te observarán incrédulos, se preguntarán ¿si está enferma? ¿cómo es que puede sonreír? Yo la veo normal, pero lo que no saben es que en cuanto tienes oportunidad te encierras y vives entre las cuatro paredes de tu cuarto porque es el único espacio donde te sientes protegida, segura y en donde puedes llorar cuando sea necesario. Casi siempre.
Períodos largos de profunda angustia que se traducen en un comer compulsivamente, en volverte sedentaria porque te vicias y no puedes salir de ése círculo interminable. Haces de todo por recuperarte pero la frustración te invade porque no lo logras hasta que sueltas y aceptas que no puedes más. Que sola no te ha resultado y debes dejarte ayudar porque mientras más tiempo pase el dolor y tu mente acabarán contigo.
Llegó el momento de aceptar, de no resistirte de descansar en otros para que te sostengan, de recibir y pedir lo que necesitas. De no tener miedo a ser lastimada y al hacerlo te darás cuenta que hay ángeles guardianes a tu alrededor, seres que te han observado antes de que tú te pudieras dar cuenta y te acogen y te abrazan y te ayudan y entonces entiendes que no estás sola que solo bastaba con declararte cansada y pedir ayuda.
La vida no se acaba aquí, la vida empieza....solo es cuestión de confiar