Como un Narciso de la política, Ricardo Anaya Cortés se ha mirado en el reflejo del lago de la historia y le ha parecido ver en su rostro a Benito Juárez y Francisco I. Madero y ha quedado, al igual que el Narciso griego, perdidamente prendado de sí mismo y, vanaglorioso, anuncia que seguirá el camino de los mártires y partirá al exilio.

O al menos eso anunció el pasado sábado en un video colgado en diversas redes sociales. Anaya, el andariego, que en la política ha sido ave de paso y mariposa de mil flores (como dice el viejo bolero de Los Panchos) ahora se dice perseguido político del presidente Andrés Manuel López Obrador y anuncia que se va ante una nueva denuncia que lo involucra en el escándalo de Odebrecht. ¿A dónde? No importa, simplemente dice que se va, pero las miradas apuntan a Atlanta, Georgia, donde un tiempo residió su familia.

Ricardo Anaya recibió un citatorio de la Fiscalía General de la República para presentarse en el Reclusorio Norte y dice temer que, si acude, será encarcelado, por eso aplica la lógica del más vale que digan aquí corrió.

No es la primera vez que el abogado queretano es involucrado en temas de corrupción, pues cabe recordar que hace tres fue señalado, incluso por sus correligionarios, por la venta de una nave industrial en nuestro estado y previo al inicio de la campaña del 2018 estuvo en el ojo del huracán.

Ahora Anaya es acusado de recibir sobornos de Emilio Lozoya, director de Pemex durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, para aprobar la Reforma Energética que promovía el presidente priista. Cabe señalar que por este mismo escándalo también se ha señalado a gente cercana del aún gobernador Francisco Domínguez Servién y ya hay un detenido, Jorge Luis Lavalle, exsenador panista, por esta acusación.

Las declaraciones de Lozoya le han caído bien al gobierno lopezobradorista que las tiene guardadas como arsenal para amedrentar a sus enemigos políticos. Por eso queda la duda si estamos ante un caso de una perfecta aplicación de la ley o de la típica vendetta transexenal.

Una cosa es cierta, Anaya como ave de paso que ha sido de la política, no es una blanca paloma ni creo que su plumaje sea de los que cruzan el pantano y no se manchan, por el contrario.

Lo cual genera más dudas, porque si Anaya se presume inocente, ¿Para qué anunciar que se va? El primer golpe mediático ya se consumó y logró unir a sus viejos enemigos internos del PAN para que salieran a respaldarlo, pero ¿eso será suficiente o solo lo apoyan de dientes para afuera?

Esta semana será clave para definir el futuro de Ricardo Anaya y ya veremos si, nuevamente cito el bolero, su ausencia será de las que triunfan o simplemente es el inicio de su caída final.

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