En 1968, el movimiento estudiantil de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y otras instituciones de educación superior enfrentaban el embate represivo del gobierno federal, así como la desinformación de la prensa nacional. En este escenario surgió la efigie, del entonces rector de la UNAM, Javier Barros Sierra, insigne figura quien se puso al frente de los estudiantes asumiendo un liderazgo inusual en la historia de las universidades. Barros Sierra entendió el momento histórico y político y, por lo tanto, ayudó a darle sentido a la acción estudiantil. Al rector, con su ejemplo, se le recuerda con un gran respeto y reconocimiento. Por su parte, los estudiantes, con sus vidas, se ganaron un lugar en la historia de México.

A diferencia de lo anterior, en el caso de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), el conflicto se libra dentro de la estructura universitaria. Aparentemente, la confrontación es entre la gestión universitaria y  jóvenes estudiantes. El pliego petitorio interpela a la administración rectoral a realizar cambios para garantizar la seguridad integral del estudiantado, cuyo denominador común es la DIGNIDAD; por esta razón el emblema: “¡Hasta que la dignidad se haga costumbre!”.

El movimiento estudiantil en la UAQ es un llamado a la gestión rectoral para que se detonen, urgentemente, políticas académicas de protección a las y los estudiantes. Es una demanda legítima. No se está promoviendo el derrocamiento de un gobierno o de una autoridad exterior y, además, no existe ninguna promoción de ideología política alguna. Sin embargo, la solución del conflicto depende, exclusivamente, de la administración rectoral. Una decisión de riesgo errónea abriría las puertas al poder gubernamental para el uso del monopolio de la violencia en contra de los estudiantes. Un pensamiento congelado no beneficia a la institución educativa. Es importante recordar que el alma y el corazón de la UAQ son sus estudiantes, son el objeto de ser de la universidad. En el pliego petitorio muestran su nivel de inteligencia al recordarle a la UAQ su esencia, es decir: la moral y el saber.  Las y los jóvenes requieren, hoy por hoy, de mucha atención, comprensión y diálogo.

El movimiento, hasta ahora, no es político ni por poder, el contexto del conflicto es estrictamente moral. Las y los estudiantes demandan que la práctica de los valores universales como la dignidad, el respeto, la confianza, el humanismo, la cordialidad y la solidaridad prevalezcan, permanentemente, en la convivencia universitaria. Vale recordar, esos valores morales le dieron sentido a la universidad medieval y fueron institucionalizados por la universidad francesa después de la revolución armada iniciada en 1789.

Por lo tanto, todas las universidades públicas de México, entre estas la UAQ, son herencia de esos dos grandes momentos recién mencionados. Se configuró, así, el Imperativo Moral para que todas las ciencias en su conjunto encontraran hogar y permitieran la convivencia pacífica y respetuosa entre los integrantes de la comunidad académica.

Desvirtuar esa misión sería un agravio para la universidad y un atentado contra la integridad de las y los jóvenes. Prudencia, voluntad, inteligencia y diálogo son la alternativa para solucionar el conflicto.

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