Se atribuye a Platón la frase: “El más importante y principal objeto público es la buena educación de la juventud”. Y, efectivamente, en los países democráticos invertir en educación es invertir en elevar el nivel de bienestar de los individuos y de la sociedad.

La educación amplía los horizontes de desarrollo personales, arraiga valores sociales y crea principios que son necesarios para forjar seres humanos plenos y sociedades más sanas y mejor cohesionadas.

Todo comienza por la educación que recibimos, primero en casa y después en las escuelas. Ella nos va a marcar y tendrá un efecto en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestro comportamiento, en cómo consumimos, pensamos y participamos en la sociedad. Muchas de las problemáticas que vivimos como nación, y como humanidad, pueden erradicarse si elevamos nuestro nivel de educación.

En el aspecto económico es innegable que la educación mejora los ingresos individuales y nacionales. De acuerdo con el Banco Mundial, por cada año adicional de escolarización se aumentan en un 10% los ingresos de las personas. Además de que un mejor nivel educativo mejora la productividad laboral, lo que se traduce en mayores niveles de Producto Interno Bruto y en una mayor captación de Inversión Extranjera Directa; en áreas que involucran que no solo seamos un país manufacturero, sino que agreguemos valor a los productos y servicios que se elaboran en México, para así poder captar inversión que proponga mejores salarios para cada trabajador.

En este esquema la sociedad se beneficia también, porque un mejor nivel educativo genera mejores empleos y mejores salarios, lo que impulsa el consumo, se pagan más impuestos y en general se contribuye más con el gasto público.

Invertir en educación es sinónimo de impulsar el desarrollo económico, abatir la pobreza y la delincuencia, generar oportunidades y formar una sociedad más competitiva; nos ayuda a crear un país más democrático, más participativo, más incluyente y libre.

Está comprobado que en familias con mejor nivel educativo existen menos probabilidades de violencia intrafamiliar y contra la mujer; y se toman mejores decisiones en temas de salud y de estilo de vida, obteniendo con esto múltiples beneficios para el bienestar individual y social.

Es positivo que se planteen reformas a nuestro sistema educativo nacional; siempre y cuando éstas sean reformas inteligentes, orientadas a que nuestra educación cambie para mejorar. Que se planee y se invierta de un modo eficiente, para generar mexicanos que se comuniquen mejor, que sean más críticos, que razonen más profundamente y que tomen decisiones informadas. Esto es fundamental para el desarrollo integral de la persona y para el desarrollo pleno de una sociedad democrática.

El crecimiento económico, el desarrollo y el progreso social de México en los próximos 100 años, será el resultado de la forma en que hoy educamos a nuestros niños y jóvenes. Somos la nación que somos, en gran medida por los defectos y virtudes de nuestro sistema educativo.

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