Por décadas, la Feria Internacional Ganadera de Querétaro fue más que un escaparate comercial o un punto de encuentro familiar: representaba el corazón de nuestras tradiciones queretanas, la fusión entre campo, cultura y arte popular. Sin embargo, este año —una vez más— la feria se queda sin corridas de toros, un hecho que no solo sorprende, sino que duele profundamente a quienes hemos visto cómo esta celebración se desdibuja con el paso del tiempo.

Resulta difícil entender cómo una feria que se autodenomina ganadera puede prescindir de uno de los espectáculos que históricamente le daban identidad y sentido. Las corridas de toros no son un simple entretenimiento; forman parte de la herencia cultural del estado, de una tradición que ha acompañado a generaciones y que está intrínsecamente ligada a la queretaneidad, al ganado bravo y a la crianza responsable de toros de lidia, una de las expresiones más antiguas y representativas del México profundo.

Durante muchos años, el Ecocentro Expositor albergó dos o tres corridas que convocaban a aficionados de todo el Bajío. No solo se trataba de un evento taurino, sino de una experiencia colectiva: un espacio donde convergían el arte, la música, la gastronomía y la emoción de una fiesta que siempre tuvo arraigo popular. Hoy, en cambio, se percibe una feria más orientada al espectáculo comercial, donde lo tradicional va quedando relegado.

El toro bravo es, además, símbolo de la ganadería mexicana, un animal que requiere cuidados, crianza y selección genética que fortalecen la economía rural. Negarle espacio dentro de la Feria Ganadera es también cerrar la puerta a un sector que aporta al campo, genera empleos y mantiene viva una cadena productiva que va desde los ganaderos hasta los artesanos y músicos que acompañan la fiesta brava. En nombre de lo “moderno”, se está dejando fuera a un mundo de trabajo y pasión que sostiene parte de la identidad queretana.

Google News