La fiesta grande de Pamplona está en su apogeo, donde el exceso de toro es la constante. La pequeña ciudad de España que huele a toro y nos deja un aprendizaje que se puede y debe vivir para el rey.

Y es que un día en las fiestas sanfermineras se viven de la siguiente manera.

Un clásico. Aquello en lo que piensa cualquier persona cuando se imagina visitando Pamplona la semana festiva.

Iniciar a emocionarse con los encierros. Tres o cuatro vibrantes minutos que se pueden vivir desde varios puntos: tras las vallas, alquilando un balcón, en la plaza de toros… O corriendo.

Visitar la capilla de San Fermín en la parroquia de San Lorenzo y presenciar alguno de los emotivos momentos que la ciudadanía navarra dedica al Santo, como “La jota”, cantada en su honor en la plaza del Consejo en la procesión del día 7.

Disfrutar del desfile de gigantes y cabezudos o de los espectáculos de música, danza, teatro o deporte rural que tienen lugar cada día durante las fiestas. También nos podemos acercar a los puestos de artesanía que se instalan en la Taconera.

Saborear el tradicional chocolate con churros, deleitarse con un buen aperitivo en cualquier momento del día en una de las terrazas de la Plaza del Castillo o degustar los celebérrimos pinchos pamploneses en las calles del casco viejo de la ciudad.

Realizar una visita guiada por el recorrido del encierro y también por el resto de la ciudad.

Participar en la divertida entrada o salida de las peñas a la Plaza de toros, una de las citas más coloridas de los Sanfermines.

Bailar y pasarlo en grande en alguno de los seis escenarios improvisados en la ciudad. Que no falte la música.

Al caer la noche, a las 23:00 horas, admirar el tremendo espectáculo pirotécnico desde el encantador parque de la Ciudadela. Todo un referente a nivel internacional, atención.

Al final, si tienes la oportunidad de darte un espacio para disfrutar de cerca la fiesta brava española es una opción que no debes dejar pasar.

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