Recientemente vi un video en donde aparece el cantante Miguel Bosé en el escenario del Festival Internacional de Cine de Morelia en donde, con un pedazo de tela, evoca a su padre, el gran torero español, Luis Miguel Dominguín, y vino a mi mente nuestros antepasados que nos dieron este amor al toreo.
Este torero nació el 9 de diciembre de 1926 en Madrid. Hijo del matador Domingo Dominguín, y hermano de otros dos toreros.
Se vistió por primera vez de luces en la plaza de Linares. El 11 de agosto de 1940 fue su presentación en Madrid. Su valor, junto a su poderío como torero, le hicieron el dueño de la fiesta, permitiéndose elegir toros y compañeros de cartel. Su mejor época fue su competencia, durante el año 1959, con Antonio Ordóñez, que inspiró a Ernest Hemingway, seguidor de éste, su obra “El verano sangriento”.
Fue uno de los primeros matadores que apareció en las revistas del corazón. Contrajo matrimonio con la actriz italiana Lucía Bosé, con quien tuvo varios hijos, como el popular cantante Miguel Bosé. Se relacionó con Pablo Picasso.
No puedo dejar de imaginar lo que sintió Bose al recordar a su padre, y en este Día de Muertos quiero rendir homenaje a esas personas que ya no están pero que nos dejaron su legado, su gusto por el bello arte torear o ver toros. Gracias a ellos, la fiesta brava continúa, ya que sembraron el gusto a través de palabras, frases y visitas a las plazas para que su semilla floreciera y todos los que hoy asistimos, vemos o platicamos de toros sigamos manteniendo viva a la Fiesta Brava.
Toreros que ya no están pero que nos hicieron vibrar, ganaderos que ya no están pero que dieron su vida por cuidar reses bravas, empresarios que invertían su lana para hacer posible que todos viéramos toros.
Muchas gracias a todos ellos, pueden estar tranquilos que seguiremos defendiendo la fiesta más bonita de todas. Viva la Fiesta Brava.