El regreso de las corridas en Juriquilla en el marco de las fiestas patrias ha sido un momento de profunda reflexión para los que nos gustan los toros.

Atrás quedaron los carteles de postín que ponían de cabeza al mundo taurino para ver a la nunca humilde plaza de toros de Juriquilla. Toreros de época buscaban estar en la corrida patria de Juriquilla; hoy, desafortunadamente, en corridas de oportunidad que se siente como un café descafeinado, cumple con la necesidad de tomarlo, pero sabe a muy poco.

La empresa heredada se fue a lo seguro y presentó a un niño rejoneador alzado que le teme a los novillos, que se siente mandón en el ruedo, pero simplemente terminó en un inexperto portugués que le quitó la oportunidad a un rejoneador mexicano con más ganas de triunfar.

De Tarik Othon pasa lo mismo, pero no podemos ser tan críticos con él porque “es el de casa”, pero también vimos poco y nada en sus tres toros. Dicen que su inspiración es Pablo Hermoso de Mendoza; lo que vimos el lunes parece que sólo le está aprendiendo las mañas, tales como dar piruetas a cinco metros de distancia, salir corriendo en alardes de valor, pero sin esencia al torear.

Ferrera vino a cobrar y pasear sin emoción, sin querer pelear y lo peor, con mucha flojera. Debemos agradecer que no usó los símbolos patrios que hubieran dado más que hablar.

Fonseca fue lo más rescatable de la larguísima jornada de nueve toros, que dicho sea paso pudieron ser 10, lo que más que una corrida sería un carnaval, siendo el triunfador con tres orejas.

Debemos destacar que, a pesar de la presión del respetable, el juez de plaza no se sirvió con la cuchara grande en el regalo de premios; a como andamos, también se agradece.

Algo pasa en Juriquilla que cumplen pero no conectan; ya veremos en la siguiente de noviembre para ver si cuaja la nueva cabeza de la empresa.

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