Como ya sabemos, el arte de torear reses bravas es todo un rito, ya que influyen muchas oraciones, supersticiones, alabanzas y una serie de acciones que van encaminadas a que todo salga bien, ya que no es cosa pequeña jugarse la vida frente a un animal de más de 400 kilos de peso.

Iniciemos con el ritual de vestirse de torero. Durante el día de faena, además de los nervios naturales, existen muchos ritos y supersticiones de cada torero. Una superstición común es el vestirse de amarillo, ya que la tradición cristiana asocia este color con el del azufre, que nos remonta a recordar al mismísimo Satanás, dándole así una significación peyorativa, convirtiéndolo en imagen del orgullo, la falsedad y la traición.

La tradición manda que el traje debe reposar, cuidadosamente doblado, sobre una silla; el calzado debe estar en el suelo y la taleguilla sobre un banco para evitar arrugas que en algunos toreros son presagio de mala suerte. El capote de paseo es fundamental en la indumentaria del matador, ya que es su principal cara, y algunos aprovechan para bordarle imágenes religiosas a la cual le tienen el mayor fervor, haciendo de estos un deleite para la pupila de quienes llegan a la hora del paseíllo.

Comienza vistiéndose los pies, colocándose los pantis, las medias con la mano experta de su mozo, quien debe estar ahí desde que se llega a la plaza. Posteriormente se coloca la taleguilla, los tirantes y la camisa. Para terminar, se coloca el calzado y la castañeta; una vez vestido, el torero realiza pequeños ejercicios de calentamiento para acomodar el traje y sentirse cómodo. Cabe destacar que este rito de la vestimenta se hace en completo silencio hasta que el torero decida que está listo y se encamina al callejón para hacer su aparición.

Aquí entramos a otro rito, ya que muchos toreros, ya vestidos con el traje de luces, se dirigen a la capilla de la plaza o llevan consigo alguna imagen religiosa para ofrecer y dejar en manos del poderoso su actuación de la tarde.

Una muestra más de superstición en el ruedo es al momento del paseíllo, ya que muchos prefieren salir primero del túnel, mientras otros hacen esperar al público unos segundos más.

También el primer paso después del “¡Olé!” de bienvenida es fundamental. Algunos lo hacen con el pie izquierdo, otro con el derecho y algunos tantos más van arrastrando la arena.

Otro ritual que se da es el que al iniciar el tercer tercio, cuando después de brindar el toro a todos los que asistieron a la plaza, el torero avienta la montera hacia atrás para que esta gire varias veces. Si la montera cae con los machos para abajo es señal de buena suerte en la lidia en turno, pero si cae con los machos hacia arriba es un mal presagio, según los supersticiosos, aunque muchos toreros así la dejan desafiando a la suerte o se muestran aún más desafiantes al crear su propia suerte al voltear la montera; mientras muchos en la plaza le gritan: “¡Suerte, matador!”.

En fin, todos los rituales del toreo no sólo se concentran en la corrida sino que todo el día es un ritual; así como en la vida cotidiana cada quien se encomienda y brinda el día a su ser supremo para que todo salga bien sin ningún contratiempo.

olmo_16a@hotmail.com

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