Hace unos días, el exprecandidato de Morena para la Presidencia de la República, Marcelo Ebrard, anunció que se quedaría en el partido de la 4T, terminando tajantemente con la especulación que rodeaba su futuro político. Es una decisión interesante que invita al análisis y reflexión acerca de uno de los temas más escuchados en las últimas semanas en la política mexicana. ¿Cuáles son las consecuencias de la decisión?
Por mucho tiempo, el excanciller buscó la Presidencia. Lo intentó en 2012 cuando era Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, pero, tras una negociación con el actual mandatario Andrés Manuel López Obrador, se hizo a un lado para que el entonces perredista pudiera participar en la boleta como candidato del partido del sol azteca. Ahora que el tabasqueño es Presidente, Ebrard no tuvo dudas de moverse para obtener la candidatura de Morena, pero la jugada salió estrepitosamente mal.
Compitió contra otros perfiles morenistas, pero era muy notorio el apoyo que no obtuvo de López Obrador y que, en cambio, fue recibido por Claudia Sheinbaum, quien al final se hizo de la candidatura a la Presidencia de México. Fue un descalabro que hirió de manera grave a Ebrard, sobre todo ante el silencio del mandatario y de gran parte del partido cuando el excanciller registró una denuncia en el Tribunal Electoral contra Morena por una serie de irregularidades en el proceso de elección interna de la candidatura presidencial.
Ese tiempo en el que Ebrard amagaba con abandonar Morena fue muy bien aprovechado por Movimiento Ciudadano (MC). El partido naranja fue astuto en invitarlo a formar parte de sus filas y ofrecerle lo que la 4T no hizo y lo que el Frente Amplio por México, con Xóchitl Gálvez al frente, no pudo: la candidatura a la Presidencia. Sin embargo, a la hora de la hora, el excanciller optó por quedarse en el grupo político dominante hoy en día.
¿Fue una buena decisión? Es difícil saberlo a ciencia cierta. Con el paso del tiempo podremos tener una mayor perspectiva al respecto, pero lo cierto es que la indecisión de las pasadas semanas de Ebrard, y su ataque reiterado a Morena, hace que su permanencia al final de cuentas parezca como un regreso al partido tras una prolongada ausencia, por lo que da la impresión de que quedarse conlleva comenzar de nuevo.
Este impacto no lo recibe solamente el excanciller, sino también su equipo de trabajo, bien identificado, que todo el tiempo estuvo apoyándolo en su denuncia, y que, de la misma manera, iba a abandonar el partido de la 4T en dirección a MC. Así, este grupo cercano a Ebrard también ha sido afectado y ahora puede quedarse vulnerable ante la imposibilidad de su líder de garantizarles protección política cuando Sheinbaum eleve su poder.
Por otra parte, el impacto fuera de Morena es evidente. Ahora que se ha esfumado la posibilidad de que Ebrard se convierta en el candidato de MC a la Presidencia, el partido naranja muestra la urgencia de encontrar una candidatura dentro de sus filas. Sin mucho de dónde escoger, la dirigencia ha puesto atención a quien ha levantado la mano: Samuel García, actual gobernador de Nuevo León. Es probable que él participe, situación que, otra vez, provoca nuevas implicaciones en la política mexicana que serán atendidas en la siguiente entrega de esta columna.