En días pasados, el precandidato de Morena a la Presidencia de México, Marcelo Ebrard, exigió “piso plano” para competir en el actual proceso de selección morenista que, entre otros resultados, otorgaría la candidatura del partido para los comicios en 2024. Es una exigencia válida, pero no necesariamente audible para el partido oficialista o su cúpula. ¿En verdad podremos encontrar un piso plano en tal escenario?
Desde que Andrés Manuel López Obrador instó a los aspirantes a la candidatura de Morena a abandonar sus puestos para concentrarse en la precampaña electoral, el partido ha estado en el centro del análisis y escrutinio. El primero en atender la instrucción fue Ebrard y luego sus compañeros hicieron lo propio.
A pesar de la participación del cuarteto morenista en las giras y mítines individuales por todo el país, se sabía que la contienda se iba a reducir a dos personajes: el excanciller y Claudia Sheinbaum. Hoy en día, es evidente que hemos llegado a ese punto de inflexión en el que la militancia de Morena deberá “elegir”.
¿Por qué “elegir” entre comillas? A pesar de la magia con la que cuenta y pinta sus historias López Obrador en torno a la situación del país en sus conferencias matutinas y en demás momentos cuando agarra el micrófono, se puede apreciar con claridad no sólo que la realidad es otra, sino que muchas situaciones no han cambiado con respecto a otros sexenios. Una de ellas es la práctica presidencialista, que el mandatario ha asegurado que ya no existe porque Morena es diferente.
En este contexto, una práctica de esta naturaleza ha sido la decisión unilateral de desconocer la elección interna de Morena a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México en 2018, cuando el exgobernador, exalcalde, exdiputado y exsenador Ricardo Monreal quedó en primer lugar, venciendo a la entonces poco conocida Sheinbaum. Evidentemente, no es fortuito este acontecimiento, sucedió por una razón que le convenía a la cúpula del partido oficialista, entre ellos, a López Obrador.
De esta manera, podemos observar un favoritismo hacia una persona. Claro que Ebrard es cercano a López Obrador, es decir, estuvo apoyándolo desde su etapa perredista con la Jefatura de Gobierno y luego con bajarse de la contienda por la candidatura presidencial del partido del sol azteca en 2012, después con la campaña presidencial de 2018 y en recientes momentos con la titularidad de la Cancillería. Ha estado muy cerca del tabasqueño, pero sí, a pesar de eso, la balanza se mueve hacia otra dirección, la señal es nítida.
Ahora con más frecuencia en los últimos días, Ebrard ha denunciado favoritismo y muchas muestras desiguales de apoyo por parte de la cúpula de Morena hacia Sheinbaum. No hay igualdad de circunstancias en la contienda, en ello recae la queja y petición del “piso parejo”, pero lo cierto es que nunca lo hubo, desde un inicio se apreció una protección y empuje hacia una figura en particular. No sería sorpresa el devenir previsto de la situación y queda evidenciada que la práctica presidencialista sigue sin erradicarse, sin importar el partido.