La ciudadanía eligió. Tras meses de campaña, el domingo pasado observamos votaciones a lo largo y ancho de México, entre ellas, las presidenciales. Han sido resultados asombrosos en varios sentidos, mismos que nos permiten reflexionar sobre el escenario político, desde luego, así como del sociopolítico y socioeconómico de nuestro país. ¿Qué apuntes podemos sacar a la luz tras los comicios del 2 de junio?

Como primer asunto, las elecciones del domingo han generado una serie de efectos para la política de México que, quizá, sean muy difíciles de revertir en el corto plazo. En un segundo punto, también nos han mostrado muchas situaciones que parecían ocultas, no reconocidas y pasadas por alto por una parte de la población. Es interesante revisar el panorama y analizar los impactos que estos comicios pueden traer a la sociedad mexicana. En este artículo, abordaremos el primer tema, mientras que en uno subsecuente atenderemos el segundo.

Partimos del hecho de que la victoria de Morena en el territorio nacional es, además de innegable, lapidaria para los partidos de oposición. Lo anterior, por cierto, aplica literalmente para el PRD, que no logró obtener el porcentaje de votos necesario para mantener su registro federal. Muchos perredistas hicieron bien en abandonar el partido para incorporarse al morenismo al paso de los años; su pragmatismo les permite contar con un futuro asegurado.

Ahora la coalición opositora se ha achicado en número, pero lo cierto es que el apoyo que el PAN y el PRI recibían del PRD se fue diluyendo al paso de los años hasta ser prácticamente ínfimo. Si antes era muy complicado, ahora la tarea del partido albiazul y del tricolor como fuerzas de oposición política pasa a un nivel nunca antes visto por ellos. Se enfrentan a un entorno de plena dominación de Morena que les será dificilísimo revertir.

El PRD ya cayó, situación que se veía venir desde hace tiempo. El siguiente en perfilarse para ello es el PRI, a juzgar por las votaciones en los últimos años. Como primera fuerza opositora y segunda fuerza política del país, se decía que el PAN tendría que evaluar si le era redituable mantenerse en coalición con estos dos partidos. Ahora como está el panorama que dejó el 2 de junio, quizá lo que se necesite no sea reevaluar la alianza, sino refrendarla y trabajar con mayor afinidad, puesto que ambos partidos deben estar pensando en la supervivencia y en colaborar de mejor manera para hacerle frente al morenismo implacable.

Lo anterior se vio reflejado en las elecciones de gubernaturas de las nueve entidades federativas en juego en estos comicios. La mayoría de ellas es gobernada por Morena, pero ahora un estado se sumará al morenismo, a pesar de la competencia con la coalición de partidos de oposición. Con esto, el partido oficialista ampliará su dominio evidente en el país por sobre las demás fuerzas políticas, como en algún momento lo hizo el PRI.

Este poder de la 4T le permite concentrar la toma de decisiones y la posibilidad de alejarse de la negociación y la conciliación con las demás fuerzas. El morenismo ostenta una presencia impresionante, mientras que la oposición está relegada y sin capacidad efectiva de respuesta. Ahora, con menos representación en el país y una mayor de Morena, parece que el dominio guinda es irreversible, al menos en este nuevo sexenio.

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